domingo, 17 de marzo de 2019

La gripe española





Detrás de la pantalla, escribiendo, hay una persona de carne y hueso que siente y padece. Aunque no os lo creáis. La gente que estudiamos Historia somos humanos normales y corrientes. De verdad, os lo prometo. ¿Secuelas psíquicas temporales? No sé lo qué es eso. En serio, literalmente, todas las secuelas psíquicas que me produjo la carrera fueron permanentes.

El caso es que estaba yo ayer en Urgencias por unas movidas y, entre gente que tosía y se quejaba, se me ocurrió el tema del que iba a hablar hoy. Algo patrio, muy nuestro: la gripe española. Un momento – puede que estés pensando – ¿hay suelto por ahí un virus de la gripe que lleva una pulsera de España y se considera un auténtico patriota? Respuesta corta: no. Respuesta larga: no, pero…

Como muchas de las cosas buenas de este mundo, está relacionada con la Primera Guerra Mundial.
Para 1918 la Vieja Europa llevaba 4 años de guerra que consumía lentamente los recursos demográficos de los principales países del momento. Casi la totalidad de la mano de obra disponible estaba desplegada en las trincheras o fabricando material militar en las fábricas, colaborando en el esfuerzo bélico. Gran parte de la gente que se fue a la guerra en 1914 ahora estaban abonando los campos de Francia.

- O sea, que si llevo esta especie de nariz de cerdo no me puedo contagiar de la gripe española...
- Rosemary, creo que es hora de confesar que a mi la enfermedad me importa una mierda, todo esto lo hago porque soy un furro.

Sin gente que llevara los campos, que sembrara nuevas cosechas y recogiera los frutos cuando llegara el momento de recolectar, la comida empezó a escasear. Simplemente no había suficientes manos trabajando la tierra como para alimentar al resto de la sociedad. Porque el que está fabricando balas en Manchester necesita comer varias veces al día, pero está demasiado ocupado para conseguir criar sus propias patatas.

Si hasta a mí me resulta difícil impedir que se me mueran las lentejas germinadas que tengo en un bote de cristal. Y eso que lo hago como una especie de hobby infantil. No quiero pensar lo que puede ocurrir si tengo que hacerlo con la presión de saber que mi vida depende de que germinen bien esas lentejas, después de haber estado trabajando diez horas en una cadena de montaje, ensamblando proyectiles de artillería de cincuenta kilos.

El caso es que cuando esa tercera comida diaria se convierte en un lujo en vez de una necesidad básica, y la comida disponible tiene un horrible ratio calidad-precio por la especulación, empiezas a desnutrirte. Y con tu cuerpo débil, tus defensas no son las mejores ni las más fuertes. Y unas defensas más flojas que las adaptaciones al cine de Resident Evil, es normal que las enfermedades se abrieran paso con facilidad entre la población. No necesariamente el Virus T, quiero aclarar.

Cuando hablamos del virus de la gripe española, nos estamos refiriendo a este chico malo.

Epidemias de tifus o de cólera eran normales. Las condiciones de los soldados en las trincheras era infame, pero en la retaguardia tampoco era mucho mejor. Sobre todo para los Imperios Centrales, que a la incapacidad de producir suficiente sustento a la que me he referido antes, hay que sumar el bloqueo económico marítimo que tenían. Lo que quiere decir que además de no poder producir su propio alimento, tampoco lo podían comprar. En pocas palabras: miseria para todos.

Los primeros que se hicieron eco de que había epidemias graves en las ciudades fue España, y por eso se le llama “gripe española”. El resto de países europeos censuraron la epidemia. Inmersos en una guerra, no querían que los soldados del frente supieran que la gente por la que estaban luchando se estaba muriendo de gripe. Porque era posible que dejaran las armas y se encaminaran a sus casas para comprobar que sus familias estaban bien.

Jóvenes celebrando la victima nº 100.000 de la gripe española (otoño de 1918, coloreado).

Los medios de comunicación modernos permitieron la rápida propagación de la enfermedad por todo el mundo, en una bonita remasterización contemporánea de la clásica epidemia de Peste Negra. De hecho, la enfermedad posiblemente se iniciara en Francia y se propagara rápidamente por el país gracias a los numerosos movimientos de tropas. De ahí cruzaría los Pirineos a España, donde aparecerían las primeras noticias. A lo largo de una horquilla temporal de 10 años, y al igual que su homologa medieval, hubo repuntes de la enfermedad que mantuvieron vivo el recuerdo cada invierno.

Cálculos actuales creen que alrededor de un tercio de la población mundial se contagió de la gripe española. Con una tasa de letalidad que oscilaba del 10 al 20%, significa que en torno del tres al seis por ciento de la población mundial la espichó a causa del virus. Decenas de millones de personas. Incluidos personajes importantes como el pintor Gustav Klimt (1918) o el presidente estadounidense Woodrow Wilson (1924)

Pero la gripe no era española. Los españoles, sólo cogimos algo que ya estaba inventado y pegaba fuerte y nos atribuimos el mérito.

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