Tal y como prometí la semana pasada, fui a ver la película
“La muerte de Stalin”. Y no me arrepiento para nada. Joder qué risas.
Obviamente va a haber algunos spoilers que no tendrían por
qué ser spoilers si conoces lo que ocurrió en la Historia. Las líneas
argumentales respetan más o menos hechos reales aunque los exageran y distorsionan
hasta alcanzar un esperpento que haría las delicias de Valle-Inclán. Los
chistes son buenos y funcionan aunque te los cuenten mil veces, así que eso no
debería preocuparos demasiado.
Tengo que reconocer que a lo mejor abusa demasiado de las
bromas sobre purgas. Pero es que hacer una película sobre la Unión Soviética y
no hacer chistes sobre purgas es como hablar de chistes clásicos y no contar el
chiste del perro Mistetas. Hay que honrar a los clásicos más básicos del humor.
En “La muerte de Stalin” los chistes sobre purgas son los
cimientos sobre los que se levantan el resto de chistes: chistes visuales sobre
purgas, chistes sobre purgas entre los miembros del politburó, chistes sobre
purgas en gulags, chistes sobre purgas en la población civil, chistes sobre
purgas para silenciar a testigos… la lista sigue y sigue.
También tienes chistes sobre paranoia, íntimamente ligados a
los chistes sobre purgas. Más o menos funciona como un bocadillo: entre chiste
de purga y chiste de purga tienes un chiste sobre la paranoia. Es la paranoia
la que empuja a los protagonistas a apuntar si Stalin se ha reído de tal o cual
broma, de hacer alianzas o de sospechar
de amigos. Hay una escena en la que la conversación es algo así:
- ¿Y si Stalin se recupera y descubre que le ha
tratado un mal médico?
- Bueno, si Stalin se recupera quedará demostrado
que el mal médico no era malo, y si no se recupera Stalin nunca se enterará que
le ha tratado un mal médico.
Pero si los chistes sobre purgas no te hacen gracia, siempre
te quedan los chistes sobre intrigas políticas. Manipulaciones y alianzas entre
personajes patéticos y exagerados. Políticos que sólo buscan alcanzar mejores
asientos al mismo tiempo que salvan su propio pellejo. Sátira política en su
máxima expresión que tiene su punto álgido en el esperpento político-social que
ocurre en el funeral del propio Stalin.
Después de la Purga de los Médicos, estos son los mejores médicos de todo Moscú. Su excelencia se les ve en la cara.
Siguiendo con los chistes políticos, en cierto momento
Molotov está dando un discurso ante todo el politburó: las ambigüedades que
utiliza y las alusiones a la “verdadera lealtad” hacen que a lo largo del
discurso el resto de miembros secunden o rechacen la propuesta por miedo a
discrepar con él.
Luego tienes las bromas que tienen como objetivo
desacreditar a los principales personajes, en especial los que giran en torno a
la desacralización del líder. Cuando le da el chungo, Stalin se mea encima y
hay toda una conversación acerca de ello. Malenkov es caracterizado como un
pelele, con una personalidad que roza la inocencia infantil y que es manipulado
por diferentes miembros del politburó para servir a los planes de unos u otros.
Detrás de todos esos chistes hay una dimensión siniestra y
oscura para el que sepa dónde mirar. “La muerte de Stalin” tiene referencias a
los aspectos más macabros y sombríos de la historia de la URSS: el personaje de
Lavrenti Beria, el mandamás de la policía política de la URSS.
Voy a decirlo rápido porque me estoy quedando sin espacio:
Beria era un tío siniestro y tremendamente mujeriego. En varios momentos de la película
Beria hace comentarios sexuales sobre distintas mujeres y podrían quedarse en
eso, una simple forma de retratar los excesos de un dirigente corrupto, pero
hay una dimensión aterradoramente real en todo el asunto. Beria aprovechaba su posición
de poder y no paraba hasta conseguir las mujeres que quería.
El final no debería sorprender a quien sepa algo de
Historia: después de numerosas intrigas políticas Kruschov alcanza el poder,
Malenkov fue apartado del Presidium y Beria ejecutado en condiciones poco
claras. El plano final con la sonrisa de Brézhnev es magistral.
La película es una exageración cómica de muchos aspectos de la vida política de la Unión Soviética. Pero quien la vea debe saber que la realidad no debió ser muy diferente a lo que muestra “La muerte de Stalin”.
Me gustaría acabar con una broma, porque estoy orgulloso de
mi blog, pero eso sería una muestra de narcisismo no autorizado.
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