domingo, 15 de octubre de 2017

Urbanismo cutre. Hoy: Le Corbusier.



La entrada de esta semana empieza como otras muchas entradas de este blog: con el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Media Europa estaba afectada por la guerra y la otra media estaba DEVASTADA por la guerra. Había que reconstruir un montón de casas para que los supervivientes tuvieran un techo sobre sus cabezas (a veces literalmente) y hubo quien pensó “hey, ¿y si aprovechamos para experimentar?”.

Esa misma pregunta, que podría formularse perfectamente una madrugada de especial desfase erótico-alcohólico, es la que se hicieron los arquitectos del momento. Presumiblemente, obviando la parte erótico-alcohólica y centrándose solamente en la arquitectura.

Disponibles solares urbanizables muy económicos. Preguntad por la ciudad de Colonia.

Cada vez que camines por cualquier ciudad, independientemente del país que sea, y veas los bloques de apartamentos con su terracita y sus formas regulares, acuérdate de Le Corbusier. El modelo de pisos de las urbes contemporáneas es una versión deformada y cutre de las ideas de Le Corbusier (¿pisos de 30 metros cuadrados? No veo qué podría salir mal). Desde Albacete hasta Shangai, los apartamentos guardan dimensiones y formas parecidas

En resumidas cuentas eran viviendas colectivas construidas con hormigón bruto muchas veces a la vista y grandes ventanas de cristal, una forma ingeniosa de quitarse de encima adornos innecesarios (dada la escasez de materiales de la posguerra). Además incluía espacios comunes y aprovechaba el tejado plano para instalar zonas verdes, buscando hacer un edificio más “humano”.

La arquitectura de Le Corbusier se basaba en el racionalismo, la sobriedad y en el diseño estandarizado, creando su propia escala: el Modulor. Para crearla, se valió de la estatura humana y en la proporción del número áureo. De esta forma se retomaba el ideal antiguo de construcción con el hombre como medida.

Le Corbusier trabajando muy duro en su próximo diseño.

“Wow, pero si pinta genial ¿por qué es malo?” estarás pensando. ERROR.

¿Por qué antes hablaba de la versión “cutre y deformada” de las ideas de Le Corbusier? Porque sobre el papel hay unas ideas, pero a la hora de la verdad te encuentras con unos arquitectos y presupuestos mediocres. ¿Cuántos edificios actuales tienen instalaciones comunitarias y zonas verdes? Bien pocos, porque lo que prima es hacer un edificio barato, no cómodo.

Más o menos es la misma situación que se da cuando comparas la hamburguesa que te han puesto en tu restaurante de comida rápida preferido con la hamburguesa que anuncian en sus letreros luminosos. ¿Sigue siendo una hamburguesa? Sí ¿Se puede comer? Por supuesto ¿Te esperabas algo más delicioso y grande? Vive Dios que sí.

¿Os imagináis que se hubiera popularizado el art deco o el clasicismo en arquitectura? hay veces en las que me despierto envuelto en sudor frío en mitad de la noche de puro terror.

Pues pasa lo mismo con la arquitectura. A algún iluminado se le ocurrió que si quitaban las zonas comunes podían sacar otro apartamento. A otro gran pensador le pareció que eso de poner un tejado transitable y ajardinado era un despilfarro de dinero (y que las antenas y chimeneas ya decoraban suficiente per se). El superdotado de turno creyó que eso de las “proporciones humanas” significaba pisos de 30m2. Y suma y sigue.  Al final no se respeta ni a las fachadas austeras.

De esta forma, lo que parecía un diseño cojonudo es arrojado a los infiernos de la cutrez absoluta, los extractores de aire en el tejado, las terrazas diminutas y las paredes con gotelé.


Recuerda, lector: la razón por la que en estos momentos no vives en una mansión cavernosa probablemente sea del cabrón de Le Corbusier y su Modulor.

Gracias por tanto, Le Corbusier.

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