Ya ha pasado una semana en la que yo he sido el primero en
tener que desconectar un momentito para digerir lo que estaba pasando. Tener
que quedarme un rato a solas con mis pensamientos porque parecía que alguien
había puesto el mundo en avance rápido.
De la misma forma que el cristianismo no es una religión
monolítica y hay interpretaciones (ahí tenemos a los protestantes, los
ortodoxos, católicos… pero también los testigos de Jehová y todos esos cultos
raros basados en el Nuevo Testamento), el islam no es una única religión. Está
la versión Chiita y la Sunní, tienes a los que siguen el Jariyismo y estoy
seguro que por ahí deben quedar fatimíes en algún lado.
Con esto quiero decir que, de la misma forma que tu abuela
la del pueblo no tiene la misma forma de manifestar su religión que el director
de un instituto del Opus (o si, que yo no conozco a tu abuela la del pueblo),
el mundo musulmán no tiene una única forma de ejercer su fe. De hecho, la
Iglesia Católica (que la pongo de ejemplo porque es lo más cotidiano que
tenemos) está fuertemente jerarquizada, pero el islam carece de esa jerarquía.
Saud-ruman el Blanco consulta el Palantir.
Por eso es una religión difícil de manejar. Los imanes
tienen muchísima más independencia que los curas católicos y no tienen una
autoridad a la que responder si dicen según qué cosas. Los imanes tienen
autoridad suficiente como para influenciar entre los creyentes (la umma) y eso
significa que un imán radical, con interpretaciones radicales de por medio, va
a crear una comunidad radicalizada. No hay exámenes ni pruebas de acceso para
ser imán.
Y aquí es donde entra en juego el wahabismo.
El wahabismo es una interpretación de la doctrina musulmana
creada en el siglo XVIII. En concreto, una interpretación creada a medida para
apuntalar y fortalecer una sociedad casi medieval, regida por una visión estatal
casi medieval. Y eso que el feudalismo me parece un sistema económico-social
totalmente válido, pero el problema llega cuando lo quieres exportar a una
sociedad que ha pasado por una revolución industrial.
Porque el islam es antagónico al pensamiento europeo actual.
No antagónico al cristianismo, ojo, que Europa ha dejado de ser la Europa
cristiana hace décadas. Si hubiera un “bastión de la cristiandad” ahora mismo,
esa es Sudamérica: sólo ha que ver la procedencia de todos los curas y monjas
que han cogido el testigo en las iglesias católicas. Me estoy refiriendo a que
es antagónico a la Europa que emana de la Revolución Francesa, esa Europa de
los derechos y las libertades.
Sauditas con espadas a punto de hacer un rol en vivo.
Pero no os llevéis las manos a la cabeza por lo que he
dicho, el “no comer cerdo”, “no beber alcohol” o “llevar obligatoriamente una
vestimenta concreta” por motivos religiosos me parece unas chorradas tan grandes
como la prohibición de recibir transfusiones que tienen los Testigos de Jehová.
El llevar una religión al extremo de condicionar tu forma de vida y la forma de
relacionarte con la sociedad es una estupidez de dimensiones bíblicas. Je.
A lo que íbamos, que me estoy dispersando acerca de
religiones. El Wahabismo es una doctrina islámica medieval, y por eso contempla
la Yihad. Salvando la distancia, es como si hubiera una rama del cristianismo
que cantara salmos en latín y predicara lo necesarias que son unas buenas Cruzadas.
Hasta el siglo pasado la Península Arábiga no era más que un
terruño alejado de la mano de Dios (je, otra vez) que a nadie le importaba. como tal surge en los años 20 (¿hay algo para lo que no sirvan esos años?), y hasta que el petróleo les hizo ser la chica más popular del baile de graduación
en el instituto. Cuando la Unión Soviética (en el marco de la Guerra Fría) le
dio por invadir Afganistán y llevar a países musulmanes su modelo de estado
aconfesional, la familia real saudita empezó a tener sudores fríos.
Arabia Saudita, en colaboración con Estados Unidos, comenzó
a enviar insurgentes religiosos para luchar contra aquel enemigo gargantuesco
que era la URSS. El fundamentalismo religioso era el “mal menor” comparado con
el comunismo internacional. Lo que pasa, es que décadas después, ese
fundamentalismo mordía a sus antiguos aliados en los ataques del 11-S.
El árbol tecnológico que estaba investigando el mundo árabe.
Arabia Saudita ha mantenido un gran poder económico que le
ha permitido financiar mezquitas en las que poner a imanes que prediquen lo que
le conviene. Toda Europa está llena de ellas, no sólo España, y a todo el mundo
le parecía cojonudo. La falta de regulación de la religión islámica y los
derechos sociales que disfrutan las minorías son una mala combinación. No se debería abogar por quitarles derechos, la gente debería pedir que el Estado, garante de los derechos de sus ciudadanos, controle más. De la misma forma que se
ha hecho con esas opacas cuentas de la Iglesia Católica.
Si se hiciera lo que muchos dicen por las redes sociales y
se prohibiera el islam, además de ser un quebradero de cabeza en cuanto a
legislación, lo único que ocurriría es crear “mezquitas de garaje” mucho más
difíciles de controlar. Pese al antagonismo entre culturas al que me he
referido antes, creo que puede haber una coexistencia pacífica. O a lo mejor es
que soy demasiado optimista, ya no sé qué pensar.
La cosa está en “culturas hegemónicas” y “culturas toleradas”.
Una cultura tolerada puede incorporar aspectos a la cultura hegemónica, pero para
ello se necesitará tiempo y será la población la que elija dichos aspectos a
asimilar discriminando según la utilidad. A día de hoy es muy difícil que una
cultura exterior nos prohíba beber alcohol o comer jamón (por poner un ejemplo absurdo).
En otras palabras, si se intenta meter a la fuerza alguna costumbre, lo más
normal es que se produzca efecto péndulo. Y suficiente tenemos con conservar los logros que tenemos como para que unos tíos se propongan devolvernos una teocracia medieval.
La respuesta no está en abrazar la fe católica de forma
fanática para compensar ni en exaltar “lo español” como contrapunto. Tampoco
abrazando a terroristas o siendo un endófobo sin autoestima se soluciona algo. Lo correcto es inculcar
los valores y transformar a esas minorías problemáticas en ciudadanos
partícipes de la sociedad pero, claro, es mucho más fácil dar subvenciones y esperar que todo funcione así, sin más. En resumidas cuentas: el problema está en las religiones, no en las personas.
Y si no, me han dicho que un buen bolardo lo arregla todo.
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