La Guerra de la Rosas es un bonito nombre que se le dio en
el Romanticismo a una lucha de pandilleros británicos por el trono que
monopolizaba la dinastía Plantagenet. Las políticas matrimoniales de finales de
la Edad Media eran muy complejas y, para ahorrar tiempo, diremos que la
endogamia que llevaba gestándose siglos había conseguido que dos familias
diferentes tuvieran reclamaciones sobre el trono de Inglaterra.
A su vez, el rey que ostentaba el trono por aquel entonces,
Enrique VI, era una especie de Carlos II pero algo más espabilado. Pese a todo,
era un rey muy impopular que se había rodeado de gente aún más impopular que
él. Si sumamos un rey débil, unos consejeros impopulares y una familia de
advenedizos que quieren conseguir el
trono, nos encontramos con una mezcla explosiva.
Las diferentes familias de nobles se posicionaron con uno o
con otro bando en función de con quien estaban casadas sus hijas y/o parientes
cercanos. Al principio las acciones hostiles eran las propias de inocentes pandilleros
cabreados: que yo te incendio una aldea tuya, que tú me emboscas a mi caballero
antes del torneo, que yo destruyo un silo de grano antes del invierno… cosas que
hacen estos educados ingleses, vamos.
XVIIª convención de Amigos de la Floricultura, listos para charlar amigablemente sobre rosas.