domingo, 3 de febrero de 2019

Y después de la Primera Guerra Mundial, ¿qué?




En 2014 pensé “este año es el centenario de la Primera Guerra Mundial, habrá que escribir algo al respecto”. En mi mente iba a aprovechar los siguientes cuatro años hablándoos de cosas pintorescas de la Primera Guerra Mundial. Pues bien, hemos llegado a 2019 y aquí estamos.

Oficialmente, el centenario de la Primera Guerra Mundial ya ha acabado. Si un mago  te enviara exactamente 100 años el pasado, llegarías tres meses después de que acabara. Llegarías lo suficientemente tarde como para que las celebraciones de la victoria se hubieran acabado.

Si tienes la suerte de aparecer en Francia, el mayor problema es que después de tres meses, la copa de champán ya se te habría quedado sin burbujas. Si, por el contrario, acabaras en los antiguos Imperios Centrales (el alemán, el austrohúngaro, el ruso y el otomano) las brechas que verías en la sociedad serían más profundas.

La ruptura más dramática se vería en Rusia, que sufriría una revolución interna. Pero países como Italia tampoco quedaron demasiado “cuerdos” y el mal rato que pasaron combatiendo en las trincheras les hizo un pelín nacionalistas y creyendo que las democracias eran sistemas políticos para debiluchos. Lo que al final acabaría traducido en que Italia y Alemania agarrarían tan fuerte el fascismo como para cortarse la circulación en las manos.

Un rebaño de ingleses es conducido por un pastor alemán.

Si aterrizaras tal día como hoy (tres de febrero de 2019), pero hace cien años, te encontrarías cientos de personas rotas (tanto física como mentalmente) caminando por las calles. Horribles deformaciones, amputaciones y heridas mentales (que no se veían pero también eran una discapacidad) se podían ver, independientemente del país en el que aterrizaras, siempre y cuando hubiera experimentado los horrores de la Gran Guerra. Por no hablar de los huérfanos y viudas.

Tres meses después del cese de hostilidades verías miseria. Miseria proveniente de aquellos veteranos cuyas desfiguraciones y amputaciones les impedían llevar una vida normal. Pero miseria también de todas aquellas personas que, perdido el cabeza de familia, y en una sociedad eminentemente masculina, no podían encontrar forma de sobrevivir. Porque ¿qué era eso de dejar que la mujer trabajase? es mejor mejor dejar morir de hambre a parte de la población que admitir pequeñas modificaciones en LA TRADICIÓN.

No puedo ser el único que quiera abrazar y dar un beso en la frente a Georges Clemenceau (jefe de gobierno de Francia) en esta foto.

La miseria traería, para 1919, malnutrición porque las familias no se podían permitir comprar suficiente comida. Y la malnutrición trajo a su vez una bajada de las defensas naturales del organismo que permitió la proliferación de epidemias, como el tifus o la famosa gripe española, que se llevó por delante a millones de personas. Por lo que, si pudieras volver al tiempo inmediatamente después del cese de hostilidades de la Primera Guerra Mundial, verías bastante enfermos en las calles (y sobre todo en los hospitales más pobres).

Paralelamente a esta debacle social, el 18 de enero de 1919 comenzaban los países vencedores a redactar en Paris el famoso Tratado de Versalles. Así que si tenías especial suerte, es posible que te cruzaras con algún diplomático de la Entente. Esa gente estirada que habían visto la guerra desde sus cómodos palacios y cuya máxima preocupación era saber de qué cosecha era el vino que le iban a servir ese día. Esas mismas personas que no comprendían por qué se había puesto de moda entre las clases bajas eso de morirse de gripe.

Bueno, BUENO. Mirad la de gente que se apunta a esto de contraer la gripe hasta morir.

Aunque, para ser justos, y tratándose de París, sería mucho más común que te encontraras con un poco sífilis. Pero vamos, que mejor pasear por las calles deprimentes de parís, que por lo menos había calles. Otros países con Bélgica, no tenían ni calles por las que caminar porque las ciudades habían sido reducidas a pintorescos montones de escombros, tenían gran parte de su superficie marcada por los estragos de la guerra y las heridas físicas del paisaje eran tan grandes que aún pueden verse.

Con esto quiero decir que las huellas de la Primera Guerra Mundial no acabaron mágicamente. El mundo de la piruleta no comienza el 12 de noviembre de 1918 como si nada hubiera pasado. La guerra había pasado factura, y era una factura un tanto vergonzosa de admitir.

Pero parece que a la gente le pareció algo barato y decidieron que lo mejor era repetir, solamente por no quedarse con la duda.





O puede que todo este texto sea una tremenda excusa que me digo a mi mismo por haber pasado la vergonzosa cifra de “un montón de años” sin hablar de la Primera Guerra Mundial.

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