domingo, 10 de febrero de 2019

El único límite está en tu indignación



El otro día acepté la invitación de unos amigos y me fui a cenar a su recién estrenado piso. La opípara cena consistía en un par de pizzas congeladas y todo el tang que pudiéramos beber, pero yo que sé, los sueldos de hoy en día no dan como para contratar un mayordomo. Y yo eso lo comprendo a la hora de crearme expectativas.

El caso es que mientras estábamos paladeando los suculentos manjares, estaba la televisión puesta. El Canal de Historia estaba sonando de fondo mientras hablábamos de lo divino y de lo humano. Pero, de pronto, algo llamó mi atención: en el Canal de Historia estaban hablando de Hitler.

Era sorprendente, porque normalmente están más interesados en aliens o en comprar trasteros llenos de reliquias. Sin embargo, era cierto: el programa que estábamos viendo mientras comíamos unas pizzas de dos euros hablaba de Hitler, como si de un revival del pasado se tratase, cuando el Canal de Historia solo hablaba de lo gloriosa que había sido la Segunda Guerra Mundial.

Definición gráfica del Canal de Historia.

En el programa, un montón de expertos en Hitler, signifique lo que signifique eso de ser “experto en Hitler”, intentaban encontrar al dictador en diferentes lugares del planeta. A lo mejor resulta que yo soy un pesimista porque pienso que Hitler está muerto. O puede que ellos sean demasiado optimistas. O ignorantes. Porque creo que no tenían ni puta idea de por dónde le estaba dando el aire.

Quiero decir, de estar vivo, en estos momentos Hitler estaría teniendo una lucha interna entre   mantener un perfil bajo y seguir pasando desapercibido o salir a la luz y pasar a la historia como la persona más longeva que se tiene constancia. Porque el cabrón tendría ya 130 añazos. Que el señor había nacido en 1889, y ya ha llovido desde entonces. ¿Quién quiere ser recordado como “el tío que perdió la Segunda Guerra Mundial” cuando puedes ganar un record Guiness?

Y digo esto porque, si Hitler sigue vivo, no puede reclamar para sí mismo el título de “persona que ha matado a Hitler”.

Este entrañable señor con cara de bribón picaruelo no murió en 1945, escapó y podría ocultarse EN SU SÓTANO.

El caso es que, en el programa, el grupo de personas expertas en Hitler sostenían que un submarino había salido por el Río Spree y había llevado al dictador bien lejos del Berlín sitiado, desafiando toda la lógica y navegabilidad de un rio. En un alarde de orgullo “made in USA” empezaban a hacer un montón de conjeturas sobre la muerte de Hitler, basándose simplemente en lo que ellos querían pensar.

Yo miraba, con la boca abierta y llena de pizza a medio masticar, un desfile de despropósitos que desafiaban todos los estudios serios que se habían hecho sobre la figura de Hitler (como por ejemplo, Ian Kershaw). Todo ello no servía para nada porque esa panda de americanos CREÍAN que Hitler había huido. Estudio patrocinado por la Universidad de mis Huevos Morenos.

En su delirio llegaban a un casoplón abandonado de las Islas Canarias. No tenía nada especial, y empiezo a sospechar que lo habían elegido porque estaba abandonado y podían grabar dentro de él sin problemas. En una tremenda paja a dos manos, enseñaban lo que parecía un lavadero alicatado en baldosa blanca (el tradicional lavadero de todas los casoplones rurales) y aseguraban que eso era una enfermería en la que atender a los altos cargos nazis después de un largo viaje en submarino.

A Hitler le gustaban los hornos, los argentinos son famosos por su carne a la brasa... id atando cabos.

Luego marchaban para una mansión en Argentina que habían descubierto investigando mucho (y enfocaban a una pizarra llena de páginas impresas y palabras escritas a mano en rojo). En este caso, un mirador de madera se convertía en una garita de vigilancia y una rampa de cemento que se adentraba en el mar era una pista de aterrizaje de hidroaviones. Porque la posibilidad de que los antiguos dueños de la mansión no tendrían la necesidad de subir el bote de recreo en un remolque, por ejemplo.

El programa siguió y se dedicaron a buscar a Hitler en más sitios, pero cambié de canal porque no soportaba semejante despropósito. Me había reído al principio porque me parecía ridículo, pero después de ver que el programa iba en serio, empezó a cabrearme un poco. Los protagonistas del programa realmente creían que cualquier armario destartalado podía ocultar la puerta de entrada a un complejo subterráneo nazi en el que se ocultaba un malvado Hitler de 130 años.

Si Hitler siguiera vivo, haría tiempo que el Mossad le habría puesto las manos encima. Pero si por alguna extraña el Mossad pensara que todo eso del Holocausto fue una chiquillada y perdonaran al bueno de Adolfo, seguramente estaría viviendo ricamente rodeado por sus compatriotas alemanes.

En Mallorca. 

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