domingo, 30 de octubre de 2016

La Guerra Fría II (1953-1991)



En 1953 murió Stalin y la Unión Soviética asumió nuevo liderazgo de la mano de Jrushchov. China se enfadó y rompió relaciones diplomáticas con la URSS porque no le gustaba más Stalin que Jrushchov.

Berlín seguía dividida y disputada entre los dos bloques. La fuga de gente del Berlín Oriental al flamante Berlín Occidental, en el que disfrutaban de los parabienes del Plan Marshall, era un goteo constante de evasiones. Para evitarlo, se construyó la idea más brillante desde que a los chinos se les ocurriera construir la Gran Muralla China (y hasta que Trump logre hacer algo): un muro, alto, con ametralladoras y cosas amenazadoras con púas, que se iría reforzando y mejorando con el tiempo para hacerlo más grande y más amenazador.

Las dos potencias se apuntaban sus cacharros nucleares a la cara y amenazaban con dispararlos. Para que el otro recibiera más daño del que infligía, ambos bloques empezaron una carrera armamentística sin precedentes. El desarrollo de armas llevó a que el hombre pudiera lanzar chatarra al espacio por primera vez en 1957, con el lanzamiento del Sputnik. En 1961 lanzaron por el espacio a Yuri Gagarin, que volvió sano y salvo.

Módulo espacial Vostok-1 en el que viajó al espacio Gagarin. Nótese la mantita espacial, que allí arriba hace algo de fresco.

Mientras tanto, sabrosos ritmos caribeños se mezclaban con cánticos revolucionarios en Cuba, que se había unido al glorioso bloque soviético tras la revolución de 1959. La URSS fue sorprendida en 1962 mientras construía inocentemente silos de misiles en la isla. La que se lió fue gorda: probablemente uno de los puntos más calientes de la Guerra Fría, que marcó un punto de no retorno en cuanto a “oh Dios mío, ¿qué hemos estado a punto de hacer?” en las dos potencias.

La cosa es que los silos de misiles soviéticos en cuba respondían a un par de intentos por parte de EEUU de desestabilizar la recién instaurada revolución cubana (incluyendo una fallida invasión) y la construcción de bases de misiles que apuntaban a la URSS en Turquía. Tras las amenazas de represalias masivas de rigor, se abrieron vías diplomáticas y se llegó a un acuerdo: EEUU respetaría algo a Cuba y ambos países quitarían los misiles que apuntaban al otro como gesto de buena voluntad.

Y, para redondear la oferta, se instaló una línea directa entre los mandamases de los dos bloques: el famoso “teléfono rojo” (que en realidad era de un color blanco bastante normal). Se iniciaba un período de colegueo y, en general, relajación en la tradición de miradas amenazadoras que habían caracterizado los años anteriores. Esta fase se denomina “la fase de coexistencia pacífica”. Pero que se coexista pacíficamente no significa que no hubiera puñaladas por la espalda. La costumbre de librar guerras en terceros países siguió existiendo. Chile o Egipto, por ejemplo. Sin contar con el conflicto preferido por todos: Vietnam.

Vietnam fue tan impopular que Activision lo incorporó en el Call of Duty más mediocre de su saga.

De haber sido una guerra abierta, la Guerra de Vietnam habría sido un desastre estrepitoso para EEUU, pero como era una guerra proxy que se luchaba pero oficialmente no se luchaba, Estados Unidos puede mantener la cabeza alta. Más o menos. El coste de mantener numerosos efectivos movilizados en plena jungla, sumado al desgaste de moral de una guerra de guerrillas que parecía infinita, hizo que en 1975 EEUU abandonara su aventura en el sudeste asiático. Vietnam fue la guerra más impopular del momento.

Por su parte, la URSS tampoco quería quedarse atrás en lo que a impopulares guerras de desgaste se refiere, y se metió en Afganistán. Una vez más, ninguno de los dos bandos se enfrentaron directamente, pero utilizaron Afganistán como campo de pruebas aprovechando su situación de guerra civil. Unos apoyando a un gobierno comunista revolucionario y otros financiando un islamismo radical político. Lo de apoyar a fanáticos islamistas se le fue de las manos a la CIA y lo que comenzó como un anti-comunismo acabó convertido en un anti-imperialismo que les acabó salpicando. Los años 80 no fueron buenos para los rusos.

Y es que la Doctrina Reagan se proponía combatir al comunismo allí donde apareciera. Con los medios que fueran necesarios (que normalmente solían ser misiones secretas llevadas a cabo por la CIA). Una especie de erradicación de “malas hierbas” pero con tíos vestidos de negro y gafas de sol como jardineros. Si Reagan se hubiera tenido que comer a su primogénito para frenar al comunismo, habría pedido un poco de pan para poderlo pasar mejor. Y guarnición, para que no estuviera tan soso.

- Vaya, señor Gorvachov, así que usted es un sucio comunista de esos...

El problema de la Unión Soviética era que, para mantenerse a la par que Estados Unidos, tenía que destinar una barbaridad de su presupuesto a la carrera armamentística. Lo que significaba que los bienes de consumo no se producían tanto y había escasez. Con una economía rígida y enfocada al desarrollo armamentístico, el descontento empezó a calar en la sociedad soviética. Porque la gente no puede comer balas.

La URSS introdujo medidas para paliar esa crisis (como la “perestroika” en aspectos económicos y la “glásnost” en aspectos políticos) que lejos de mejorar la situación la empeoraron. En 1989 los países del Pacto de Varsovia estaban al borde del colapso: Polonia y Hungría comenzaron a exigir elecciones libres, les siguieron Bulgaria y Rumanía (este último con sangre de por medio). Por no hablar del revuelo que se montó en Berlín con lo del Muro.

El fin de la Guerra Fría llegaba el 21 de diciembre de 1991, cuando se firmó la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El concurso de aguantar la mirada lo había ganado EEUU porque a su contrincante le había dado un infarto.

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