Atenas y Esparta. Enemigos naturales. Una enemistad como la
del hermano pequeño y el hermano mayor, pero en la Grecia Clásica. El agua y el
aceite. El perro y el gato. El pokémon tipo agua y el pokémon tipo fuego. La
pizza y la piña…
Los atenienses habitaban el Ática, mientras que los
espartanos vivían en Laconia, en la Península del Peloponeso. Los
atenienses habían cimentado una posición comercial
y cultural muy importante, con colonias
por todo el Egeo, mientras que los espartanos habían conquistado el Peloponeso
por la fuerza (porque eran espartanos).
La enemistad se fraguó con los años. Los dioses eran
comunes, pero tenían formas de gobierno diferentes. No voy a decir que sus
sociedades fueran “opuestas”, pero sí que diferenciaban en muchos aspectos
culturales. Los espartanos consideraban a los atenienses como unos afeminados decadentes,
mientras que los atenienses consideraban a los espartanos unos tristes que no
sabían vivir la vida. No en vano, el adjetivo “espartano” ha quedado en el
imaginario popular como algo humilde y pobre, igual que “lacónico” es alguien
de pocas palabras.
En los discursos de la Grecia Clásica, te podías tumbar y seguir viendo al orador cómodamente, que se elevaba entre la multitud gracias a los pomposos cascos. Comportamientos similares se han identificado en guías turísticos de todo el mundo.
Atenas y Esparta estaban la mitad del tiempo luchando entre
ellas en una especie de concurso de ver quien la tenía más larga* (*la cifra de
ciudadanos de pleno derecho). La otra mitad del tiempo estaban en coalición,
basada en todos esos aspectos comunes que tenían las dos Polis, para patear
culos persas (que los persas les gustaba mucho eso de invadir las Polis
griegas).
Quizá he exagerado un poco la cifra anterior. No es un
50%-50%, probablemente sea un 33% luchar, 33% matar persas y 33% recuperarse de
cualquier guerra en la que estuvieran metidos. Porque la guerra en la Antigua
Grecia la hacían, sobre todo, los ciudadanos de pleno derecho. Aquellos
ciudadanos “de segunda” que no tenían derechos, no eran considerados merecedores
de confianza. Si eran pobres ¿cómo podías fiarte de que te cubrieran bien con
el hoplon en medio de una buena falange? Los ciudadanos de segunda como máximo podían
aspirar a puestos de tropas auxiliares.
Ah, el descanso del guerrero. Que sutiles y que buen gusto tenían eran estos griegos.
Esto quiere decir que, si eras un ciudadano de pleno derecho
y no tenías dinero para costearte un buen equipo militar, estabas jodido.
Probablemente morirías en la próxima guerra absurda entre Atenas y Esparta
porque uno le había mirado mal al otro. De hecho, las grandes batallas como
Maratón o Termópilas, aunque resultaron victorias, fueron auténticas debacles
políticas porque la gran mayoría de ciudadanos de pleno derecho estaban criando
malvas.
Por eso, después de una gran batalla, podían pasar años hasta
que la Polis tuviera la relevancia militar y política de antaño. Durante este
tiempo, se dedicaban a lamerse las heridas, recuperarse y ofenderse con
cualquier cosa que hicieran los contrarios. Más o menos la susceptibilidad y
facilidad de sentirte ofendido que existe ahora con cualquier comentario en twitter,
pero en la Antigua Grecia.
Ejemplo gráfico de un respetado gerarca espartano: la gerusía, el pilar fundamental de la comunidad política en Esparta.
Hay muchísimas disputas fronterizas entre Esparta y Atenas,
pero la palma se la llevan las Guerras del Peloponeso, que se resumen rápidamente:
Atenas vence a Esparta al principio, que no se había recuperado de lo de las
Termópilas, pero luego Esparta se cabrea mucho y le acaricia la cara a Atenas
con el puño cerrado. Esparta impone una tiranía de 400 atenienses cuya
principal característica es tener una desmedida pasión por lamer culos
espartanos. Pero, claro, a los atenienses no les gusta eso de estar subyugados
por los incultos espartanos y se rebelan. Consiguen independizarse apenas un
año después.
Ni Atenas ni Esparta son lo suficientemente fuertes como
para empezar otra guerra en serio, así que se quedan mirándose y poniendo cara
de cabreo durante un rato. Mientras están ocupados viendo quién sangra menos,
aparece por detrás una figura misteriosa, les da una colleja de las que suenan
a ambas Polis y les dice que a partir de ahora serán parte de su imperio, que
se sumen a la fiesta que ahora toca matar persas. Espartanos y atenienses,
recuerdan lo mucho que odian a los persas y no se lo piensan mucho.
¿Quién era este hombre que venía de una región atrasada que
ni siquiera os había mencionado hasta ahora? Alejandro Magno, de Macedonia.
El resto ya sabéis como sigue.
¿El poder de ser ciudadano se heredaba al primogénito o se repartía entre todos los hijos?
ResponderEliminarPorque ello llevaría a tener ciudadanos sin poder adquisitvo, que a diferencia de la edad media, no podrían hacerse curas o ir a guerrear por los lulz.
¿Por qué se le llama una historia de amor y odio?
ResponderEliminarangra menos, aparece por detrás una figura misteriosa, les da una colleja de las que suenan a ambas Polis y les dice que a partir de ahora serán parte de su imperio, que se sumen a la fiesta que ahora toca matar persas. Espartanos y egobex.net/ingenieria-robotica-el-arte-de-construir-robots/
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