Un domingo más, toca hablar de cosas de historia, en
concreto del Sexenio Democrático. O Sexenio Revolucionario, todo depende de lo
conservador que fueras en aquella época y la facilidad de que te llevaras las
manos a la cabeza.
Aunque se divide en tres etapas menores diferentes,
oficialmente inicia en septiembre de 1868 (con La [revolución] Gloriosa) y
finaliza en 1874. Seis años. Sexenio. Fácil ¿no? Pues estos seis años son los
que fundamentan los prejuicios que hacen que odie el siglo XIX español. Porque
son seis años de fechas, nombre, caos e inestabilidad política.
Progresistas y demócratas se unen mediante el Pacto de
Ostende para derribar a Isabel II, que favorecía demasiadas veces al partido
moderado. Más adelante se les une el General Serrano y el partido de Unión
Liberal. Todos ellos creían que Isabel II había dejado de ser la reina que
representaba a todos los españoles para ser únicamente la reina del partido
moderado. Y además, Isabel II era un poco facilona (no ayudaba a mejorar la
imagen el que tuviera una colección de amantes nada disimulada) y por aquel
entonces la monarquía estaba en entredicho.
Isabel II, por raro que parezca era considerada sexy en la época. Otra de las razones para odiar el siglo XIX.
Una vez estuvo fuera de suelo español, se eligió por
sufragio por sufragio universal masculino unas Cortes Constituyentes. Esas
Cortes serán las artífices de la Constitución de 1869, que suponía soberanía
nacional, división de poderes, derechos y libertades individuales para el
ciudadano y el establecimiento de una monarquía parlamentaria. Durante tres
años controló España un gobierno provisional con los generales Serrano, Prim y
el Almirante Topete al mando.
Juan Bautista Topete. No me importa lo solemne que parezca
en el retrato, me reiré siempre al oír su nombre.
Pero había un problema. Si, éramos una monarquía
parlamentaria por gracia de nuestra Constitución, pero no teníamos rey. Así que
a alguna mente privilegiada se le ocurrió una idea innovadora: ¿y si elegimos
al monarca? Y ante esa pregunta, todos los países importantes de Europa
presentaron al candidato de turno esperando conseguir el trono español en la
sección de saldos de la colección otoño-invierno de 1871.
Fernando II de Portugal, Antonio de Orleans (duque de Montpensier),
Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, Amadeo I de Saboya y otros candidatos
menores (como Baldomero Espartero, que había cogido gusto a eso de mandar) se
presentaron al trono. Los franceses se enfadaron con los alemanes por proponer
un candidato. Los alemanes se enfadaron con los franceses por proponer un
candidato. El portugués se dio cuenta donde se metía y renunció
voluntariamente. Y Espartero ya chocheaba.
Minipunto para Fernando II de Portugal por verlas venir: el
pobre Amadeo no supo donde se metía hasta que fue demasiado tarde. Le mataron al General Prim, su principal apoyo
político. Los monárquicos tradicionales estaban escandalizados teniendo un italiano
en el trono. Los demócratas y republicanos lo despreciaban abiertamente. Las
colonias se agitaban inquietas clamando por su independencia. Los obreros
empezaban a tener conciencia de clase.
Yo habría apoyado la candidatura de Leopoldo de
Hohenzollern-Sigmaringen, no porque sea un germanófilo irredento sino por su barba
señorial acorde con la sonoridad de su nombre.
Dos años duró Amadeo en el trono español (de 1871 a 1873) hasta
que se hartó de que le pusieran la zancadilla a cada paso que daba. No está
documentado, pero en mi personal interpretación me lo imagino tirando la corona
al suelo y diciendo “ahí os quedáis, cabrones, voy a comerme unos espaguetis
boloñesa”. Aunque la verdad es que no habría sido mal rey porque el pobre le
ponía ganas.
Tras la segunda abdicación en menos de 5 años, España no
estaba preparada para tener otro rey. Pero tampoco es que estuviera muy
preparada para un régimen republicano, precisamente. Se proclama en 1873 y dura
la friolera de 11 meses. ONCE-MESES. Me he echado siestas más largas que eso, por
Dios.
Me estoy dejando llevar por mis pensamientos. En esos meses
se sucedieron cuatro presidentes, lo cual hizo que de media los presidentes
pasaran más rápido que las estaciones, por ejemplo. Figueras (5 meses de
mandato), Pi y Margall (37 días de mandato), Salmerón (4 meses de mandato) y
Castelar (4 meses) fueron los cuatro efímeros presidentes, el último de ellos
depuesto por un golpe de estado orquestado por el general Pavía.
En esta alegoría el gallo representa el gallinero en el que se convertirá el país. O algo así. No se, estas cosas se las inventa la gente para quedar como alguien profundo y maduro intelectualmente.
Pese a lo patético que suena ese primer intento republicano,
durante esos once meses se abolió la esclavitud, se suprimieron las quintas y
se aprobó una Constitución (la de 1873) mucho más igualitaria. Sin embargo, desde
un principio la república contó con la oposición de monárquicos alfonsinos y
carlistas. Las tensiones sociales entre campesinos sin tierra y terratenientes
estallaron en Andalucía. Las reivindicaciones obreras se hicieron más fuertes.
Estallaba la Guerra de Cuba en la colonia y una nueva Guerra Carlista en la
Península. Y el gobierno republicano no pudo hacerles frente cuando los propios
republicanos estaban enzarzados en una lucha intestina entre federalistas y
unitarios.
Y la causante de todo esto, fue Isabel II y su manía de
apoyar a un único partido. El nuevo sistema que enmendaría los errores
republicanos debería cambiar con asiduidad pero siempre de unos límites políticos
prefijados, tal y como Cánovas elucubraba. Así quedaba recogido en el
manifiesto de Sandhurst, que parece algún tipo de salchicha pero es una
academia militar británica en la que estaba estudiando el que iba a ser el
próximo rey de España: Alfonso XII.
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