domingo, 5 de octubre de 2014

El liberalismo (ideario y corrientes)



El liberalismo decimonónico… un tema del que alguno de mis amigos podría estar hablándote durante horas sin repetir nada y manteniendo el entusiasmo inicial. Otra cosa es que tú a la media hora empieces a asentir metódicamente y a hacer como que su monologo no ha sido sustituido por un leve murmullo acallado por tus propios pensamientos.

Pero yo no soy dicha persona y voy a explicar el liberalismo de una forma mucho más superficial y, por lo menos, mis planes intentarán que de forma más amena. Así que entremos en el siglo XIX español.

Los primeros liberales españoles los encontramos en las Cortes de Cádiz, que son los primeros en plantar cara al Antiguo Régimen y también son los primeros en recibir palos por parte de Fernando VII y los absolutistas. Esos primeros liberales de 1812 buscaban el cambio a un gobierno mucho más participativo y, en definitiva, abierto al cambio.

La Constitución de Cádiz en toda su idealizada gloria liberal y decimonónica

Tampoco eran unos revolucionarios que quisieran cortar la cabeza al monarca, se conformaban con que se terminara el absolutismo y la vida del país se regulara por una monarquía constitucional. Esa constitución regiría la vida pública del país, garantizando a sus ciudadanos una vida en el nuevo sistema económico y social. Lo que pasa es que ningún rey quería voluntariamente dejar de llevar el tren de vida que había llevado con el absolutismo.

Con el liberalismo en marcha, se eliminaban los privilegios tradicionales de la nobleza y el clero, acabando ya de paso con el sistema señorial. En su lugar se proclaman los derechos del individuo (incluyendo el sufragio universal masculino), la soberanía nacional y la división de poderes. Con “soberanía nacional” me refiero que  la nación ya no era patrimonio de la dinastía del rey, sino que la nación estaba formada por el conjunto de españoles, que ya de paso tenían igualdad de derechos.

Nota: dramatización (puede que Fernando VII no pegara personalmente al diputado)

El liberalismo aboga por un estado unitario y centralizado, que creían más eficiente. Además defienden la propiedad privada libre y plena, algo que el Antiguo Régimen simplemente no había tenido relevancia, rechazando los bienes comunales para lograr la libertad de comercio y de contratación de los trabajadores. En los aspectos espirituales el liberalismo no rechaza la religión, pero tiende a limitar el poder económico de la Iglesia. Algunos sectores llevarán esa limitación un paso más y aflorará el anticlericalismo entre ellos.

Pero no todo era color de rosas en la doctrina del liberalismo. La soberanía nacional estaba depositada en el Pueblo, pero el Pueblo era voluble e inexperto en política, por lo que era mejor dejar que mandara una élite cultivada y con aspiraciones más elevadas. ¿Tenía tiempo un labriego de la España profunda para dedicarse a la carrera política? No, suficiente tenía con poner algo que comer en la mesa de su casa, así que mejor dejar mandar a los ricos que están preparados intelectualmente para gobernar y tienen el tiempo libre necesario para dedicarse a la política.

La supresión de los campos comunales que había en los pueblos (que pasaron a manos privadas) negó a los habitantes rurales de una fuente de suministros. En otras palabras, que el bosquecillo en el que todo el mundo cogía leña para el invierno, ahora era de un señorito de ciudad que no les dejaba deambular por el y mucho menos talarle un árbol de vez en cuando.  

Rafael de Riego, liberal destacado y fundador del club de anti-fans de Fernando VII

Como los habitantes de la España Profunda habían perdido un complemento a su sustento y las élites tradicionales habían sido sustituidas por unas nuevas sin que ellos mejoraran su día a día, era normal que se cabrearan con los liberales.  Si viera a algún estirado que solo utiliza dos o tres veces para cazar en el bosque en el que yo cogía leña pero ponía un guardabosques para que me pegara un tiro si lo pisaba, también me enfadaría. Y, que cojones, porque los carlistas (que se oponían al liberalismo) tenían unos bigotes-patilla fastuosos.

En cualquier caso, los liberales que parecían tan unidos en las Cortes de Cádiz pronto se dividieron. Ya se sabe, hay temas que rompen cualquier círculo de amigos: ¿libertad o igualdad? ¿Estado “laico” o laico-laico? ¿sufragio restringido o universal?... Según lo que respondieran, los liberales se escindían hacia posiciones más moderadas o más radicales. Ocurrió tras las Cortes de Cádiz entre liberales e ilustrados reformistas, ocurrió más adelante durante el Trienio Liberal entre liberales moderados y liberales radicales y ocurrió ya con Isabel II entre moderados, radicales y progresistas.


Y si discrepáis con algo de lo que he escrito, enviad a la Milicia Nacional a que me de un severo correctivo. La oposición para la semana que viene, que si no queda un tocho que no hay quién se lo lea.

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