El liberalismo decimonónico… un tema del que alguno de mis
amigos podría estar hablándote durante horas sin repetir nada y manteniendo el
entusiasmo inicial. Otra cosa es que tú a la media hora empieces a asentir
metódicamente y a hacer como que su monologo no ha sido sustituido por un leve
murmullo acallado por tus propios pensamientos.
Pero yo no soy dicha persona y voy a explicar el liberalismo
de una forma mucho más superficial y, por lo menos, mis planes intentarán que
de forma más amena. Así que entremos en el siglo XIX español.
Los primeros liberales españoles los encontramos en las
Cortes de Cádiz, que son los primeros en plantar cara al Antiguo Régimen y
también son los primeros en recibir palos por parte de Fernando VII y los
absolutistas. Esos primeros liberales de 1812 buscaban el cambio a un gobierno
mucho más participativo y, en definitiva, abierto al cambio.
La Constitución de Cádiz en toda su idealizada gloria liberal y decimonónica
Tampoco eran unos revolucionarios que quisieran cortar la
cabeza al monarca, se conformaban con que se terminara el absolutismo y la vida
del país se regulara por una monarquía constitucional. Esa constitución regiría
la vida pública del país, garantizando a sus ciudadanos una vida en el nuevo
sistema económico y social. Lo que pasa es que ningún rey quería
voluntariamente dejar de llevar el tren de vida que había llevado con el
absolutismo.
Con el liberalismo en marcha, se eliminaban los privilegios
tradicionales de la nobleza y el clero, acabando ya de paso con el sistema
señorial. En su lugar se proclaman los derechos del individuo (incluyendo el
sufragio universal masculino), la soberanía nacional y la división de poderes.
Con “soberanía nacional” me refiero que
la nación ya no era patrimonio de la dinastía del rey, sino que la
nación estaba formada por el conjunto de españoles, que ya de paso tenían
igualdad de derechos.
Nota: dramatización (puede que Fernando VII no pegara personalmente al diputado)
El liberalismo aboga por un estado unitario y centralizado,
que creían más eficiente. Además defienden la propiedad privada libre y plena,
algo que el Antiguo Régimen simplemente no había tenido relevancia, rechazando los
bienes comunales para lograr la libertad de comercio y de contratación de los
trabajadores. En los aspectos espirituales el liberalismo no rechaza la
religión, pero tiende a limitar el poder económico de la Iglesia. Algunos
sectores llevarán esa limitación un paso más y aflorará el anticlericalismo
entre ellos.
Pero no todo era color de rosas en la doctrina del liberalismo. La
soberanía nacional estaba depositada en el Pueblo, pero el Pueblo era voluble e
inexperto en política, por lo que era mejor dejar que mandara una élite
cultivada y con aspiraciones más elevadas. ¿Tenía tiempo un labriego de la
España profunda para dedicarse a la carrera política? No, suficiente tenía con
poner algo que comer en la mesa de su casa, así que mejor dejar mandar a los
ricos que están preparados intelectualmente para gobernar y tienen el tiempo
libre necesario para dedicarse a la política.
La supresión de los campos comunales que había en los
pueblos (que pasaron a manos privadas) negó a los habitantes rurales de una
fuente de suministros. En otras palabras, que el bosquecillo en el que todo el
mundo cogía leña para el invierno, ahora era de un señorito de ciudad que no
les dejaba deambular por el y mucho menos talarle un árbol de vez en cuando.
Rafael de Riego, liberal destacado y fundador del club de anti-fans de Fernando VII
Como los habitantes de la España Profunda habían perdido un
complemento a su sustento y las élites tradicionales habían sido sustituidas
por unas nuevas sin que ellos mejoraran su día a día, era normal que se
cabrearan con los liberales. Si viera a
algún estirado que solo utiliza dos o tres veces para cazar en el bosque en el
que yo cogía leña pero ponía un guardabosques para que me pegara un tiro si lo
pisaba, también me enfadaría. Y, que cojones, porque los carlistas (que se
oponían al liberalismo) tenían unos bigotes-patilla fastuosos.
En cualquier caso, los liberales que parecían tan unidos en
las Cortes de Cádiz pronto se dividieron. Ya se sabe, hay temas que rompen
cualquier círculo de amigos: ¿libertad o igualdad? ¿Estado “laico” o
laico-laico? ¿sufragio restringido o universal?... Según lo que respondieran,
los liberales se escindían hacia posiciones más moderadas o más radicales.
Ocurrió tras las Cortes de Cádiz entre liberales e ilustrados reformistas,
ocurrió más adelante durante el Trienio Liberal entre liberales moderados y
liberales radicales y ocurrió ya con Isabel II entre moderados, radicales y
progresistas.
Y si discrepáis con algo de lo que he escrito, enviad a la Milicia Nacional a que me de un severo correctivo. La oposición para la semana que viene, que si no queda un
tocho que no hay quién se lo lea.
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