Quien
piense que en la Edad Media se vivía con calma se equivoca. Las revueltas
campesinas fueron fenómenos sociales comunes a lo largo de los siglos XIII y
XIV. Estas revueltas, denominadas “revueltas contra la miseria” tenían como
objetivo las clases privilegiadas (ya fueran laicos o religiosos) que
monopolizaban las oportunidades políticas y económicas que se ofrecían. Y es
que claro, los que están abajo en la pirámide social se terminan por aburrir de
ser oprimidos.
Jean
Froissart fue un importante cronista medieval francés que vivió en el s XIV en
un familia acomodada. Su situación acomodada le hace merecedor del puesto de
cronista de la corte de Filipa de Henao. Su preocupación por los hechos
históricos le empuja a recoger todos los acontecimientos que considera
importantes en lo que sería el primer volumen de sus Crónicas.
Matar campesinos: ese deporte medieval que a pesar de su popularidad no ha perdurado hasta nuestro días
Como
cronista a sueldo de la nobleza, Jean se muestra bastante contrario con las
insurrecciones populares, no atendiendo a razones y retratando a los campesinos
como imbéciles inmorales. No es de extrañar que no atienda a los sucesos que
detonan las revueltas campesinas en Francia, además de no conectar las
diferentes rebeliones en su contexto social, porque no va a morder a la
mano que le daba de comer (a falta de una metáfora más gráfica sobre lamer
culos).
El
término “jacquerie” deriva de “Jacques”, una especie de mote que
utilizaban los señores feudales para referirse a sus vasallos (lo cual
nos pone de manifiesto lo que pensaban los señores de la nobleza privilegiada
ante estos campesinos revoltosos). Es como si ahora en vez de decir
“manifestación” cuando ves a un grupo de personas protestando por algo les
llamaras… no sé… “chusmería”, por ejemplo.
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El
contexto para el pobre campesino rural francés era bastante desalentador: la
moneda devaluada y una gran carga fiscal para los campesinos fuertemente
vinculada a la Guerra de los Cien Años, que trajo una fatal precariedad para el
medio rural francés. El país llevaba años de guerras contra los ingleses que
ocupaban el suelo francés, con bandas de mercenarios y desertores campando a
sus anchas por la campiña francesa como rebaños de ovejas sedientas de sangre
que saqueaban las aldeas, asesinaban a los lugareños, quemaban los cultivos y
violaban a las mujeres del lugar. Para mejorar las cosas la nobleza era incapaz
de garantizar la seguridad de los campesinos a los que había jurado proteger,
mucho más ocupados en salvar sus privilegiados culos. Precioso todo ello.
En
el propio texto, Froissart describe a los campesinos como unos rebeldes sin
corazón ni raciocinio: “Y esta gente malvada, sin jefes ni armas robaba
y destruía todo, matando a todos los nobles, forzando a las damas y jóvenes sin
piedad ni merced, como perros rabiosos”. La organización interna de los
campesinos brilla por su ausencia, según el cronista: “se pusieron en marcha
sin otro acuerdo ni más armas que bastones herrados y cuchillos, hacia la casa
de un caballero que vivía cerca de allí”. Las revueltas parecían
imparables: los nobles caían a manos de sus propios siervos y no se podía
movilizar una leva consistente porque eran los propios campesinos (de los que
se nutrían las levas) los que conformaban la muchedumbre que había que sofocar.
Clases de natación obligatoria para todos los rebeldes. Aunque lleven armadura.
Sin
embargo, ese ejército de campesinos no era rival para mercenarios profesionales
contratados por la realeza francesa. Por lo que fueron obviamente masacrados y
desbandados. La jacquerie sería sofocada el mismo
año de su pronunciamiento, pero su huella histórica permanecería en la memoria
colectiva, sirviendo como modelo en sucesivas revueltas de carácter
reivindicativo durante los siglos XVI, XVII y XVIII. A partir de esta “Gran
Jacquerie”, todas las revueltas campesinas ostentarán el nombre de “jacquerie”,
pues se les considerará hijas de este movimiento social medieval. Veamos que
dice el bueno de Froissart sobre el bucólico final de la rebelión: “Estos
extranjeros [mercenarios venidos de Flandes y otras regiones] se
unieron a los nobles del país que los habían llamado y comenzaron a matar y
destrozar a estas gentes sin piedad y a ahorcarlos por multitudes en los
árboles, en los sitios donde los encontraban”.
Decapitación de Guillaume Caillet por el rey navarro Carlos II "el Malo". No hace falta que diga quién es, aunque no llevara corona se le distingue por la cara de amargado, ¿no?
Las
revueltas campesinas del s. XIV se entienden en un contexto de descrédito
político, con las clases dirigentes más ocupadas en conservar sus derechos que
en ejercer sus deberes. Las jacqueries recuerdan a las
presentes revueltas de la Primavera Árabe en el norte de África y, eliminando
el carácter violento, a los movimientos sociales ante la crisis en España. El
paralelismo es bastante marcado: una clase humilde desilusionada con la clase
gobernante, que es inepta y corrupta, decide derrocarla aprovechando un
contexto de depresión económica y crisis del sistema.
Todo
esto me recuerda a ese trozo de la película de los Monty Phyton
"Los Caballeros de la Mesa Cuadrada" en la que Arturo se encuentra
con un campesino anarquista.
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