lunes, 29 de abril de 2013

Diógenes de Sínope (que no Síndrome de Diógenes)




Diógenes era el típico griego genérico que te viene a la mente cuando dices “filosofo”. Perfil griego, barba canosa y mirada penetrante. Eso sí, si viviera ahora yo me lo imagino como un punkarra perroflauta con pedigrí más que como un anciano filósofo venerable.

Solo que Diógenes era el demente filosofo que no eran sus  colegas más acomodados. Al igual que personas que en su tiempo fueron considerados excéntricos (como Dalí o Valle-Inclán) se le ha reconocido su genialidad con el paso del tiempo. Hoy en día señores respetables con pajarita en el cuello pueden hablar de él en sesudos debates pero en su época debía ser tan temido como un rumano tocando la acordeón en un vagón de metro.

Diógenes el perroflauta inspeccionando la iluminación de su loft céntrico

Repasemos rápidamente su teoría filosófica para poder centrarnos en lo que nos interesa: aspectos anecdóticos curiosos. Veamos… aunque no se conserva ningún escrito suyo, sabemos por terceras personas que básicamente predicaba un retorno al modo de vida natural del ser humano. Riqueza, poder y lujo se oponían al concepto de vida autosuficiente del filósofo, así que para predicar con el ejemplo vivía como un vagabundo en la ciudad de Atenas (aunque posteriormente se mudaría a Corinto).

Bueno, comencemos. Lo más característico de Diógenes es que vivía en una tinaja (o barril, o tonel o lo que quieras llamarlo) pero su comportamiento superaba esta anécdota inmobiliaria.

Se dice que tenía un esclavo pero que al llegar a Atenas se fugó. Lejos de perseguirlo, llegó a la conclusión de que no lo necesitaba de la misma forma que el esclavo no lo necesitaba a él.

Diógenes, el protohippie griego más feliz del mundo

Su modo de vida era bastante duro: no llevaba zapatos independientemente de la estación en la que se encontrara y tampoco tenía domicilio fijo: dormía en los pórticos de los templos o rodaba su tinaja allá donde le gustaba el paisaje.

Se cuenta que una vez se fijó en un niño que bebía de una fuente poniendo sus manos como vaso. Diógenes se deshizo de su escudilla porque aquel muchacho le había enseñado una lección de humildad: a partir de entonces comería y bebería de sus propias manos, lo que nos lleva a…

… acostumbraba a masturbarse en público en plena ágora. Cuando obviamente los finos atenienses le reprendieron su conducta les contestó algo parecido a “¡Ojalá, frotándome la tripa, el hambre se extinguiera de forma tan fácil!". Yo personalmente espero que no combinara pasión y alimentación por su propio bien.

En una ocasión salió a plena luz del día con un farol por las calles de Atenas apartando a los transeúntes. Cuando la gente, obviamente desconcertada por su conducta, le preguntó que qué cojones hacía, Diógenes les respondió que buscaba hombres honrados y no encontraba a ninguno.

Momento "sé que por alguna parte tenia un hombre pero ahora no sé donde lo he puesto"

Pedía a las estatuas que adornaban las calles de las ciudades “para entrenarse en la mendicidad” según decía el mismo, porque la gente y la estatuas le prestaban la misma atención. De la misma forma despreciaba la propiedad y animaba al robo “ya que todas las cosas eran propiedad del virtuoso”.

Fue hecho prisionero en un ataque de piratas y vendido como esclavo. Cuando el tratante le preguntó que qué actividad podía desempeñar, Diógenes le respondió “Mandar, pregunta quién necesita un amo”.

Pero la más famosa anécdota sobre la vida de Diógenes es su encontronazo con Alejandro Magno. Después de un discurso ante la muchedumbre que asistía a los Juegos Ístmicos, Alejandro, admirado al filósofo, fue a ofrecerle cualquier cosa (pues para algo era el conquistador de medio mundo conocido) y Diógenes le contestó que se apartara, que le tapaba el sol.

Momento "me sobra de todo menos el moreno así que no me tapes el sol"

Su muerte se cree que fue por un cólico producido al comerse un pulpo vivo, aunque otra versión dice que suicidó al resistir la respiración hasta la muerte. Sea cualquiera de las dos, está a la altura de su vida.

La conducta antisocial y primitiva le hizo merecedor del adjetivo kynikos, aperrado o semejante al perro. Lejos de molestarle lo hizo su carta de presentación y orgullosamente se comparaba con los perros que sabían vivir más sencillamente que muchos ciudadanos atenienses. Su punto débil que muchos mencionaban para herirle se convirtió en la base de su teoría filosófica.


Diógenes en toda su marmórea cara. Ahora imaginátelo frotándose sospechosamente debajo de la túnica

Actualmente a la escuela cínica se le considera, gracias a las ácidas protestas sobre la dudosa moral griega de su maestro, la precursora de la denuncia de la moral viciada y generadora de las bases de una vida sobria y autónoma.

Puede que para sus contemporáneos fuera un excéntrico maleducado, pero para mí es una de esas personas carimáticas y pintorescas que aparecen de vez en cuando en las páginas de la Historia.

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