Es de todos conocido que internet ha sido creado por y para
gatos. Los gatos tienen algo especial que los hace agradables al ser humano a
pesar de que tener un carácter más voluble que el de un perro. Lo sabemos
nosotros y lo sabía hace 5000 años la cultura egipcia: el gato mola.
Egipto era considerado el “granero de la Antigüedad” por
muchas civilizaciones: romanos y griegos, sin ir más lejos, compraban trigo en
los puertos egipcios para llevarlo a sus metrópolis (que eran deficitarias de
este cereal básico). Y ya se sabe que donde hay y se almacenan grandes cantidades
de comida aparecen roedores. Los primeros felinos llegarían atraídos a los
asentamientos humanos en busca de esa abundante caza de roedores suculentos.
No es de extrañar que los sufridos y esforzados agricultores
consideraran a los gatos como un animal enviado por los dioses y elevados a un
status semidivino: eran los protectores del hogar frente a serpientes, roedores
y, en un plano más esotérico, los malos espíritus. Cuando el gato familiar
moría era momificado como un miembro más de la familia (como así atestigua la
necrópolis felina de Bubastis).
Egipto: lo que ocurre cuando los amantes de los gatos toman el poder
Pese al pretendido monopolio egipcio del gato (que era considerado un tesoro de los dioses concedido al pueblo egipcio en exclusiva) se piensa que los fenicios se hicieron finalmente con ellos y pudieron introducirlos en el Egeo. Minoicos y micénicos en sus palacios y graneros tuvieron a estos preciosos animales guardando las cosechas. Felinos de mayor tamaño, como los leones, flanqueaban sus puertas para guardarlas. Posteriormente, en la Grecia Clásica al gato se le consideraría animal totémico de la diosa Artemisa. Según la leyenda creado por la diosa para satirizar la creación de Apolo: el león.
Posiblemente esos fenicios fueron los que presentaron al
gato doméstico a los etruscos (los cuales tenían unos cánones de belleza muy asiáticos)
y a su vez, al ser conquistados, absorbidos por los romanos. De esta forma los
romanos empezaron a sustituir a los hurones empleados para erradicar a los roedores
por los gatos. Las ventajas eran evidentes: el gato era mucho menos agresivo
con los humanos, más dócil y solía quedarse en torno a los asentamientos. Con
la expansión del Imperio Romano el gato se extendería por toda Europa, por Oriente se obvia que ya se había extendido. Aunque no será tan representado como en Egipto, el gato en
Roma será valorado: Carl Van Vechten, en
la página 214 de su libro The Tiger in the
House,
hablará de una mujer pompeyana que murió protegiendo a su gato entre sus
brazos.
En la mitología nórdica, Freyja cabalga sobre un carro
tirado por gatos (presumiblemente gatos de bosque noruegos, que son enormes y
terriblemente peludos). Freyja, la diosa asociada al amor, la belleza, la
guerra y la muerte, encaja perfectamente con la personalidad temperamental de
los gatos. Debe ser un auténtico espectáculo ver como Freyja, liderando a las
valkirias en medio de una batalla, se lleva a las almas de los más terribles
guerreros en un carro tirados por gatos. Odín tiene a los cuervos como animal totémico,
Heimdall tiene un caballo, Thor tiene un carro tirado por cabras y Freyr tiene
un jabalí, pero ninguno puede compararse a un gato nórdico.
El mosaico era para los romanos lo que el bacon es para nosotros: pega con todo y nunca tienes suficiente
Con la llegada del cristianismo el gato lo tuvo un poco
crudo. Mientras que las religiones politeístas como la romana y la griega
creían que todos los seres vivos tenían espíritu, los cristianos opinaban que
solo el hombre (excluyendo a la mujer) tenía alma y por lo tanto podía poseer
espíritu. Quizá por el fenómeno de la oposición el cristianismo identificó a
los gatos con el demonio (¡esos paganos egipcios los adoraban como a dioses!) y
empezó a rechazarlos. Sin embargo el gato pasó a un segundo plano en las
representaciones, pasando a los discretos márgenes de los libros y gozando de
la simpatía de personas como Gertrudis de
Nivelles, patrona de los gatos, jardineros y viajeros y protectora contra los roedores.
Estremecedoras imágenes patrocinadas por su scriptorium® más cercano
Una mezcla entre Papá Noel y la loca de los gatos aderezada
con sabor vikingo.
Algo mejor le fue al gato con la llegada del Renacimiento.
El abandono de la superstición y la entrada en razón de la mayoría de la
población ayudó a que el gato dejara de ser considerado un emisario del Diablo
para ser considerado una mascota más. Los aristócratas bajomedivales procuraban
que sus hijos tuvieran un gato siempre en la habitación para protegerlos de
molestas plagas.
Incluso Da Vinci sucumbió a los encantos de los gatos
Con la llegada de la modernidad el gato se afianzó como animal de compañía. Numerosas representaciones de escenas domésticas empezaron a tener gatos escondidos por los rincones o acurrucados frente al fuego. Ese gato que había sido divinizado hace miles de años y perseguido hace unos cientos ahora estaba en los hogares de muchas personas, no ya en su eterna búsqueda de ratones, sino como mero animal de compañía.
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