El invierno ha llegado.
Si amigos, el invierno con todo su frío esplendor ha
llegado. No ha sido un toque suave, ha sido un tortazo de cierzo helador que te
recibe todas las mañanas al pasar del marco de tu puerta.
Lo he notado en que los arboles de mi calle ya no tienen
hojas. Y mi puerta tiene que ser barrida cada poco tiempo para que una
barricada de hojas no impida abrirla. Cuando estoy echándome la siesta en mi
cuarto puedo ver como las ramas, ya sin hojas, proyectan sombras gracias a la
luz del atardecer que se mueven erráticamente. Lo he notado también en que la
gente empieza a dejar los cuellos en su casa y empieza a tener la cabeza directamente
en los hombros con las manos metidas en los bolsillos, caminando bien pegada a
las fachadas de los edificios.
Por segundo año consecutivo se da por iniciada la temporada de que la gente diga "Se acerca el invierno"TM
Sé que no va a nevar, ningún año lo hace, pero el hielo es un
compañero permanente para el habitante de Zaragoza. “Un viento
capaz de derribar a un hombre armado o a carretas cargadas” contaba Marco Porcio Catón, el Censor, cuando hablaba del cierzo. Y
es que en cuanto empieza a soplar uno no para de oír en las conversaciones de autobuses
y ascensores “Ya empieza a soplar cierzo”,
“Podría dejar de hacer cierzo” o
directamente mil quejas creativas de señora mayor dichas por personas de todas
las edades y sexos.
Mapa del Viento de la Muerte con zonas resguardadas y zonas expuestas.
Siempre oí
a mi padre decirme que alguien que había vivido en Zaragoza podía acostumbrarse
a vivir en cualquier sitio, que el verano te curtía para los climas más cálidos
y el invierno te preparaba ante los climas más gélidos. Cuando sales a la calle
y te recibe un viento que corta como cuchillas y se te mete hasta los huesos
sin importar las capas de ropa que lleves, comprendes perfectamente el
razonamiento. Cuando sales a la calle un mediodía de agosto directamente ni
siquiera sobrevives a las temperaturas que evaporan la sangre directamente de
tu cuerpo.
- Señor Corte Inglés, ¿ha llegado ya la Navidad?
- No, aún no
- ¿Y ahora?
- Un momento... un momento.... ¡YA!, ya ha llegado. Ahora compra juguetes dentro de mí
Supongo
que por eso cuando Napoleón intentó conquistar la ciudad aparecieron mil
millones de baturros con unos huevos curtidos como el cuero y se lo impidieron.
O cuando Carlomagno intentó conquistar la ciudad. O cuando los carlistas de
Juan Cabañero intentaron conquistar la ciudad. Y seguro que me olvido de más
ocasiones en las que un habitante de Zaragoza, con las venas del cuello con
rabos de lagartija de ira homicida provocada por el clima, la lió parda.
Un grupo de alegres zaragozanos se prepara para cruzar los Pinares de Venecia y poder ir de compras al Ikea
Un clima
duro crea habitantes duros así que, querido maño, cálate la boina bien preta a
la cabeza y sal a la calle con coraje.
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