Mientras bebo una cerveza alemana (si, hoy no toca té, no sé
porqué) de trigo con miel (me enganché a esa mierda en Berlín, lo siento) y
escucho a Tchaikovky me acabo de acordar fugazmente de la Gran Guerra. La artillería
de campo es genial, ya lo sabía Tchaikovky cuando compuso su “obertura de 1812”
y metió en medio de los instrumentos de orquesta normales unos buenos cañones
que sonaran bien épicos.
Suena extraño, pero unos cañones me han hecho acordarme de
las embarradas trincheras castigadas por la artillería enemiga del Somme, por
ejemplo. Es gracioso porque estoy cómodamente sentado en mi casa en un clima
perfecto para invadir Francia a través de lo que viene a ser el Benelux. También
me dan ganas de dejarme un enorme bigotón y de comer chucrut, lo cual es
extraño porque la col no me gusta ni en su estado natural.
En resumidas cuentas, hacer algo de esto.
Otra cosa graciosa es que irónicamente la guerra estática
surgió a causa de la movilidad. Desde finales del s.XIX y principios del s.XX se había mejorado inmensamente la
infraestructura, tanto para ferrocarriles como para automóviles, por lo que si
el enemigo atacaba en Ville du Monamour o
en Chamin des Croissant tú cogías a
todos los reclutas barbilampiños y los metías en un vagón de ganado. Cuando
llegaban pegaban cuatro tiros, le daban a algo (o alguien) si tenían suerte, el
enemigo pensaba que había más soldados de los que realmente había en ese sector y se retiraba. Apenas habían
acabado de pegar tiros cuando te enterabas que atacaban Oradour sur le Baguette, así que hala, vuelta al vagón y vuelta a
empezar. Divisiones enteras de los dos bandos estuvieron mucho más tiempo
haciendo turismo on rails por el frente que combatiendo.
Animalicos, mira como saludan alegres y ajenos a lo que les espera.
Por esa razón el frente occidental era tan estático y los países
balcánicos eran ratoneras. ¿Por qué Alemania no entro en Europa Oriental y sacó
a los aliados de Francia e Inglaterra a collejas? Muy fácil, porque no había buen
sistema de comunicaciones, como mucho caminos de cabras que se embarraban si caían
cuatro gotas los cuales no eran muy buenos para los camiones de suministros ni
ambulancias: los ingleses, con su particular sentido del humor llamaban al
frente de Salónica Muckydonia en un
sagaz juego de palabras entre Macedonia
y muck (estiércol). Sin contar con un fenómeno que empezó a producirse en la Primera
Guerra Mundial: el partisano. Gente que se echaba al monte con un zurrón lleno
de pan duro y balas para su mosquete y que te podía joder un precioso día de
exterminio serbio. Obviamente a los que pillaban se les invitaba a mejorar la puntería
del pelotón de turno atados a una estaca.
Excepto los escoceses, esos tíos son tan duros que podrían ir hasta el infierno con faldas y a lo loco.
Si, los trenes fueron un acierto para muchos países combatientes
que eran tratados de la misma forma que el ganado, como la reciente unificada
Alemania, que gozaba con un eficiente sistema ferroviario (alemanes, todo lo
hacen de forma eficiente). Sin embargo, para el Imperio Austrohúngaro y su galimatías
de anchos de vías significó su Waterloo porque tenían que estar subiendo y bajando
de vagones a todas horas en vez de disparando a vagos italianos, que es lo que deberían
haber estado haciendo en el Isonzo desde el principio.
Pero dejemos el frente italiano y sus infructuosos desvaríos
para la próxima actualización, que es un tema de altura.
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