domingo, 22 de mayo de 2022

Lo de Rocroi



Como muchas de las derrotas militares, se ha romantizado mucho acerca de Rocroi. No es nada nuevo, las Termópilas también supuso un desastre para Esparta, pero ahí está, como si esa batalla fuera la hostia, a pesar de haber sido un debacle social para la polis, que perdió la gran mayoría de ciudadanos de derecho y de la que Esparta tardó décadas en recuperarse.

Pero no importa, porque ahí está el nacionalismo para convertir una simple derrota más en un “sacrificio heroico”. De “desastre” a “modelo”. Gracias, propaganda, por darnos razones para poder odiar a los franceses con un libro de historia en la mano. Pero no es muy difícil encontrar razones para odiar a los franceses, la verdad.

El caso, Francia estaba muy subidita de tono y la Guerra de los Treinta Años, que había empezado como una disputa religiosa, de repente había llamado la atención a un montón de países que querían encontrar una excusa para partirle la cara el vecino. El Imperio Hispánico, por su parte, le guardaba rencor absoluto por haber malmetido contra nosotros en Portugal (que por aquel entonces era parte de España) y en Cataluña (que por aquel entonces era parte de España).

Las pornoaventuras del Capitán Alatriste.

La idea de Francia era que el Imperio tuviera el dilema de a dónde enviar sus tropas: si a la guerra contra el rival exterior o destinarlas a proteger la nación de los movimientos secesionistas interiores. Nada nuevo se inventó en la Segunda Guerra Mundial que no se hubiera dado ya a mediados del siglo diecisiete. Excepto, quizá, la bomba nuclear.

Y el Imperio le dijo “con que esas tenemos, ¿eh?” y le hizo la trece-catorce y le invadió por el norte, desde Flandes, con intención de hacerle “el aquello” a través de las Ardenas. Lo cual me lleva a insistir en que nada nuevo se inventó en la Segunda Guerra Mundial, y que invadir Francia desde territorio belga es el sándwich de jamón york y queso de la táctica militar.

Esta camiseta significa "Me masturbo pensando en la idea abstracta, pero exaltada, de nación"

El caso, resumiendo rápidamente para no aburrir con tecnicismos militares: la Batalla de Rocroi la perdemos, muchachos. Las fuerzas enfrentadas a los franceses eran multinacionales, y había italianos, alemanes y españoles. Los que resistieron hasta el final fueron los españoles del contingente, que se clavaron en la posición hasta que agotaron la munición.

Lo que se ha visto con una aureola de romanticismo y heroísmo, en realidad supuso el comienzo del fin de la hegemonía de los tercios españoles en Europa. Francia le cogía el relevo al Imperio Hispánico, que comenzaba a entregar la cuchara. El núcleo duro, de veteranos de los tercios, estaba o bien muerto o bien capturado. Se había demostrado que los tercios españoles se podían derrotar en batalla, y perdieron la aureola de invencibilidad, que les daba la ventaja moral.

Aragorn en el Poni Pisador, justo antes de la escena del tiroteo en el Saloon.

Obviamente, esa derrota se ha reinterpretado en el nacionalismo español como el epítome del soldado español abnegado, cumplidor con su deber ante cualquier adversidad. Aunque se olvidan que esos soldados, después de haber resistido, aceptaron las condiciones de rendición que les ofrecieron los franceses, que fueron bastante generosas, por cierto.

Pero todo el mito de Rocroi no es más que un esfuerzo enorme para tapar una vergüenza enorme: que nos vencieron los franceses.

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