A lo mejor esta semana he puesto menos humor del que os
tengo acostumbrados, pero también creo que ese humor ha sido sustituido por
reflexión individual, haciendo algo más personal la actualización de hoy.
Este lunes (¡un lunes! ¿a quién se le ocurre hacerlo un
lunes?) se celebró la III recreación de la Inauguración de la Estación de
Canfranc. La gente normal, en verano, se va de festivales de música a darlo
todo escuchando los grupos más populares. Yo, por mi idiosincrasia personal,
suelo ir a recreaciones históricas a disfrutar de otros tiempos.
Porque eso de viajar en el espacio es demasiado vulgar, lo
que se lleva ahora es lo de viajar en el tiempo. Mientras Salou o Benicassim
están llenos de gente, solamente unos pocos tenemos el gusto lo bastante
refinado como para viajar a 1928. Sin puertas del tiempo ni nada, solamente con
un medio de transporte que te lleve a la Estación Internacional de Canfranc.
Ya comenté hace un tiempo lo fácil que es dejarse llevar por
el paisaje en un paraje como Canfranc. Los ecos de una gloria pasada resuenan,
no sólo en la gigantesca estación, sino en todo el valle, y eso es precisamente
lo que atrae a tanta gente. El hecho de que el lunes 18 hubiera un montón de
personas vestidas de época, solo reforzaba esa sensación.
Para todos aquellos que les llama la atención el mundillo de
la recreación, les recomiendo que se inicien en eventos pequeños como este, en
el que la moda no ha cambiado tantísimo. Es fácil encontrar en el armario de la
casa del pueblo ropa “que dé el pego” y se compren alguna prenda para redondear
la apariencia. Por ejemplo: chalecos, corbata y ropa formal tenemos todo el
mundo, puedes comprarte un reloj de bolsillo (5 euros en su chino más cercano)
y un sombrero de copa barato (30 euros en alguna sombrerería).
De esta forma, por unos 40 euros podrías asistir y sentir lo
que significa meterte en el papel de una persona de los años 20. Si asistieras
a un evento medieval, por ejemplo, el desembolso es mayor, porque es menos
probable que tengas ropa aprovechable. Ah, y en cuestión de recreación, siempre
es más barato recrear un civil que un militar, es un consejito personal que os
doy.
Me llena de ilusión que se estén poniendo en valor este tipo
de eventos en España. Los veranos son tiempo de iberos y romanos (diferentes a
los “romanos” de Semana Santa), de medievales, de napoleónicos… y raro es el
pueblo que no intente apuntarse al carro, aunque sea con trajes comprados en
tienda de disfraces. Significa que, aunque vivamos en el país del fracaso
escolar y del menos precio a todo lo que huela a libro, la Historia sigue interesando
a la gente, aunque sean eventos locales pequeños.
Por poner un ejemplo: todos los reunidos el pasado lunes en
Canfranc aguantamos, bajo un más que cálido sol de julio, casi una hora de
discurso histórico que dio el Alfonso XIII real en 1928 cuando inauguraba la
estación. Esas mismas personas asistieron luego a la inauguración del túnel y
se metieron en los personajes (un agradable caballero se quitaba el sombrero de
copa cada vez que nos cruzábamos, a modo de saludo). Una persona a la que no le
gusta la Historia, directamente no hace esas cosas.
De hecho, he disfrutado creando el traje que llevé a la
recreación, aunque fuera humilde y de un solo día (algunas recreaciones
militares suelen durar todo un fin de semana, por ejemplo). La ropa que llevé
estaba contrastada con fotografías de la época, intentando captar el estilo de
la gente de los años 20. Como especialista en ese periodo, no me costó
encontrar ejemplos de ropa en periódicos y fotografías. Por eso, aunque el
primer paso sea el de investigar sobre periodo y pueda parecer algo aburrido, el
resultado suele resultar espectacular.
Porque cualquier recreación histórica es llamativa, aunque
no participes. Si encima te ves dentro de todo el meollo, la recreación tiene
un poder evocador que deberías probar y experimentar.
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