La semana pasada acabé mencionando a un tío que seguro que
os sonará: Napoleón Bonaparte. Y si no te suena es probablemente porque no
sabes leer y has entrado aquí solo para ver fotos y seguirás sumido en las
tinieblas de la ignorancia porque no podré iluminar tu camino. Y tus padres no
te quieren.
Bonaparte viene en dos sabores según seas un afrancesado
comeflores o un hereje británico: para los primeros es una especie de superhéroe
cortacadenas que lucha contra la injusticia y el Antiguo Régimen; para los otros
es un megalómano bajito con ganas de tener bronca. Yo, personalmente, no me
creería ni una ni otra versión.
Don Napoleón nace en Córcega con el sospechoso nombre de
Napoleone, que cambia luego para resultar más francés, en una familia noble de
segunda fila de provincias. Sus orígenes italianos hicieron que tuviera que
aprender francés y que se trasladara a la Francia continental a iniciar su
carrera militar. Tras entrar en la École Militaire, se especializó en
artillería.
La Revolución Francesa lo pilló en Córcega, por lo que
Napoleón volvió a la capital francesa a tomar parte activamente en el lado
jacobino, porque era amiguete de Robespierre. Así que cuando cae Robespierre
parece que la carrera de Napoleón acabará de la misma forma… pero no, consiguió
disipar las dudas de su lealtad. Y no solo eso, sino que un año después logró
hacerse famoso tras defender el Palacio de las Tullerías de una insurrección
realista.
Soy historiador, ocurrió así, créanme
Consolidada su posición en Italia y habiéndose aburrido de
pizza, puso los ojos en el otro lado del Mediterráneo. En 1798 comanda una
expedición contra los otomanos en Egipto. Hizo unas cuantas travesuras por el Nilo
con algunos científicos, que estaba muy de moda eso de ir a un país exótico y
hacer algunas investigaciones (cosas de la Ilustración, yo que se), y se volvió
a Francia. La mentalidad de la época hizo que la campaña en Egipto fuera más
cruel que las europeas porque estaban batallando a un enemigo “inferior” y “salvaje”.
Lo cual significa que a los prisioneros había que matarlos a bayonetazos y
abandonar a los heridos.
Napoleón de resaca
Pero, bueno, llegamos ya al Primer Imperio Francés, que es básicamente
cuando Napoleón asume el consulado vitalicio en un imperio hereditario gracias
a su fama y sus influencias. Vamos, que se instaura como rey pero sin serlo y
de buen rollo.Y con Napoleón Bonaparte en el trono de Francia se inicia el
pifostio de las Guerras Napoleónicas, que es la internacionalización de los
ideales Revolución Francesa a base de bayonetazos, cargas de caballería y
cañones de campaña.
Empezó una expansión hacia el este, una ocupación de Centroeuropa
y una guerra contra Inglaterra. ¿Por qué? Porque todo buen hombre que se precie
de serlo tiene que mear hacia Londres. Y también porque las dos potencias
tenían una rivalidad ideológica y comercial bastante desproporcionada.
Tras la batalla de Austerlitz las tropas francesas hicieron añicos a los opositores europeos, apoyados por los rusos, pero un par de hostias no impidieron que se cimentara una amistad
entre el zar Alejandro I y Napoleón. Y es el Tratado de Tilsit (1807) se parecía a una especie de luna de
miel de emperadores. Pero ese noviazgo
duró poco porque en 1812, tras el enfriamiento de las relaciones
diplomáticas pero no de la amistad, Napoleón invadió suelo Ruso. Y es que Rusia
estaba cumpliendo los acuerdos que tenía con Francia poco entusiasmo y poniéndole
los cuernos con los ingleses.
Napoleón y Alejandro I ¿Soy yo o de aquí puede salir una buena fanfiction yaoi?
Vale, no digo nada, que se me han adelantado
Y, como todo el mundo sabe, la invasión de Rusia fue un
error. Una orgia de vodka y tripas francesas para los rusos, una ración
gratuita de frigopolos para los franceses. A las pérdidas de la campaña rusa
había que sumarles la de la campaña española, haciendo un sándwich interesante
y entrando las tropas de la Coalición (el club de anti-fans de Napoleón) en
París el 31 de marzo de 1814.
Con el tratado de Fontainebleau se desterraba a Bonaparte a
la isla de Elba. Los realistas instalaron en el poder a Luis XVIII como monarca
de Francia, lo que hizo que Napoleón se cabreara y huyera de su isla apenas un
año después, en 1815. El rey fue tan inútil de enviar a detenerlo a un
regimiento que había comandado (el Quinto Regimiento de Línea) y estos se unieron
a Napoleón y marcharon sobre Paris. Luis XVIII manchó sus calzones de manera
poco regia.
Puede que Napoleón nunca fuera rey, pero pintas de reina no le faltaban
Napoleón duro al mando de París unos cien días, en los que
decretó reformas bastante avanzadas para su época, pero sus afanes
expansionistas fueron acabados de una vez por todas en Waterloo. Como castigo,
fue desterrado a Santa Elena, en medio del Océano Atlántico para que le fuera
muy difícil volver a Francia aunque se lo propusiera. Napoleón Bonaparte moriría
siete años después de haber llegado a la isla, en 1821.
El verdadero ganador de las Guerras Napoleónicas fue El
Congreso de Viena, que pudo hacer y deshacer a voluntad en Europa. El nuevo
orden que imperaría sería el dictado por la contrarrevolución, pero los ideales
de la Revolución Francesa habían calado en muchas personas.
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