domingo, 22 de marzo de 2015

La Revolución Francesa (I)



Mientras me tomo el té de rigor (verde con vainilla) y me justifico por no subir nada la semana pasada (la universidad es la universidad) me comenta el apuntador que podría hablar de la Revolución Francesa. Ese suceso que cambiará la historia de Occidente, ya sabéis, marcando el inicio de la Edad Contemporánea al sentar las bases de la democracia moderna y todo eso.

Partimos de un régimen político demasiado rígido y nada partidario de aceptar las reformas que pedía la creciente burguesía. Le sumamos una aristocracia aferrada a sus privilegios feudales y una posición política en decadencia frente a las nuevas ideas de la Ilustración. Todo ello aderezado con una crisis económica y agrícola que subió los precios de los alimentos básicos mientras la desigual carga fiscal empobrecía a los estratos más bajos.

Por ello es normal que estallaran “jacqueries” en el medio rural mientras en las ciudades se caldeaban los ánimos de la burguesía, que veía como sus peticiones servían para limpiar el ojete de la aristocracia del lugar. El apoyo francés a la Guerra de Independencia estadounidense hizo que, a pesar de triunfar frente a Inglaterra, Francia cayera en bancarrota. Y los que debían sacarla eran aquellosque ya pagaban impuestos.

Luis XVI (se pronuncia ecsbí) tocado con el Poncho Real de Aspecto Caro

Comprensiblemente, la cosa explotó. Te ningunean, te exprimen a impuestos hasta que no puedes comprar comida y encima te dicen que será necesario que pagues más. Mientras tanto las altas esferas, que se lanzaron de cabeza a una guerra al otro lado del océano, se dan la vida padre sin mover un dedo y viviendo de tus rentas. Irónicamente esa empresa transoceánica colocó el antecedente de un pueblo que se libraba de la tiranía de un mal monarca. Y era obvio que Luis XVI algo estaba haciendo mal.

Así que cuando el rey convocó los Estados Generales en mayo de 1789, básicamente para pedir más dinero, se produjo el tumulto político. Para que os hagáis una idea: el 97% de la población tenía el 33% del poder mientras que el restante 3% se repartía el otro 66%. Todo ello no era vinculante, por lo que dijeran lo que dijeran los Estados Generales, el rey podía hacer lo que diera la gana.

A su vez, y según numerosos y reputados trabajos de investigación, los campesinos franceses estaban compuestos en un 79% de cera y un 21% de grima, como los de la foto.

Y ya estaba la fiesta montada. El Tercer Estado se reunió en Asamblea Nacional, como legítimos representantes de la nación, y dio la espalda a todos esos aristócratas. Se reunieron en el edificio en el que los aristócratas jugaban a la pelota: de ahí que se conozca como Juramento del Juego de Pelota a la promesa que hicieron esos representantes del Tercer Estado de dar una Constitución a Francia. Se iniciaba así el primer periodo de la Revolución Francesa: la Asamblea Constituyente, que duraría de 1789 a 1791.

El 14 de julio de 1789 el pueblo, contrariado por la política financiera del rey, se lanzaba a conquistar la Bastilla: fue el segundo paso de la revolución. Pese a que como cárcel dejaba mucho que desear (era la prisión de nada más y nada menos que de siete ¡SIETE! prisioneros) supuso un duro golpe al simbolismo despótico de la autoridad del rey. Un edificio que se utilizaba como lugar para recluir a disidentes había sido tomado por el pueblo insurrecto. Ah, bueno, y también era un buen polvorín, por lo que ese pueblo insurrecto pudo armarse.


Mientras tanto: entre la nobleza....

La insurrección que había comenzado en París, se extendió a otros centros urbanos de Francia. El pueblo se organizó en municipios y perseguir el propósito de autogobierno que predicaban los burgueses en los principios de la soberanía nacional. Se crearon cuerpos de Guardias Nacionales para defender el nuevo orden. Y si los nobles locales se negaban a cooperar, siempre se podían quemar sus propiedades y clavar sus cabezas en una pica.

De hecho, lo de clavar cabezas en una pica será tremendamente popular conforme avance la Revolución. El alcalde de París será uno de esos pioneros en mirar por encima del hombro a la gente, acusado de contrarrevolucionario después de la toma de la Bastilla.

Y lo de asaltar y quemar las propiedades de la nobleza no era algo casual: se buscaba destruir los famosos “libros terriers”. En ellos estaba recogido ante notario las servidumbres, obligaciones, deudas e impuestos a los que estaban sometidos los campesinos de sus señoríos. En otras palabras, destruyendo esos libros ningún cobrador podía decirte lo que tenías que pagar o cuales eran tus deberes. Un chollo.

De esta forma se iniciaba un periodo muy particular: el Terror.


Pero el resto lo dejo para futuras actualizaciones

Más referencias a la guillotina aquí.


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