Google me avisa de que tal día como hoy, hace 25 años, caía
el Muro de Berlín. Un 9 de Noviembre de 1989, que yo ni había nacido aun, las
dos alemanias se reconciliaron. La RDA cuenta con mi total simpatía no por
motivos ideológicos, sino por la forma torpe de hacer las cosas que tenía.
Alemania se había separado tras la Segunda Guerra Mundial de forma bastante chapucera. La guerra había acabado y toda gran potencia que había participado
en la guerra (y Francia) querían un trocito del enorme solar en el que había
convertido Berlín. Y eso que la capital alemana estaba dentro de la zona de
influencia de la URSS.
Pero como todo el mundo que haya jugado a Hearts of Iron (o
juegos de estrategia similares) sabe, ocupar una capital te da muchos puntos de
victoria, y nadie quería renunciar a ellos. Se dividió la capital en cuatro
zonas de influencia: americana, británica, francesa y rusa. De esta forma en
Berlín ocurría lo que ocurría en toda Alemania pero a una escala más pequeñita.
El Muro de Berlín: lo que una vez fue el símbolo de la opresión comunista hoy es un lugar donde modernos de todo el mundo puede hacerse fotos artísticas.
Se configuraban dos alemanias muy diferentes. Por un lado
estaba la zona occidental y capitalista, que se llamó Bundesrepublik
Deutschland (República Federal Alemana), con capital en Bonn. Enfrente de los
capitalistas estaba la Deutsche Demokratische Republik (República, esperen que
coja aire para reírme, DEMOCRÁTICA Alemana), con capital en MEDIO Berlín. Además,
sus siglas en alemán eran DDR, como ese horrible juego de bailar que vuelve
locos a los japoneses.
La competición de ver quien la tenía más grande (la potencia
militar) entre las dos superpotencias hizo que comunistas y capitalistas
estuvieran cada vez más enfrentados. Tan enfadados estaban los unos con los
otros que en Berlín, ciudad compartida, decidieron separarse físicamente por un
muro. El ideal comunista no debía contaminarse por el decadente modo de vida
capitalista, o algo así supongo que alegaron los impulsores del proyecto.
El caso es que Walter Ulbricht, presidente de la RDA por
aquel entonces, dijo (y cito textualmente) “los obreros de la construcción de
la capital emplean todas sus fuerzas principalmente en la construcción de
casas. ¡Nadie tiene la intención de erigir un muro!”. Y dos meses después
empezaban las obras. Que salao.
En la noche del 12 al 13 de agosto de 1961, en un logro de
ingeniería de esos que les gustaban tanto a los soviéticos, se construía el
Muro. La propaganda lo llamó “muro de protección antifascista” pero las
defensas no apuntaban a la República Federal, sino a la Democrática. El Muro no
era para evitar una invasión, era para evitar una emigración, era para retener
a los berlineses orientales en el Berlín oriental.
Contraste entre la decadente parte capitalista llena de graffitis y nuestros marciales y motivados funcionarios de fronteras llenos de virtudes socialistas. Después de escribir algo así espero que me den ya mi Trabant.
Y a pesar de todo ello, varios centenares de alemanes
lograron sortear el muro. Otros tantos se quedaron en el camino. La policía
fronteriza (Grenztruppen) se hizo tristemente célebre por impedir a sus
conciudadanos el libre tránsito entre las dos mitades de Berlín. El trazado del
Muro se fue mejorando paulatinamente, llegando a medir 120 km, tener una valla
de tela metálica, cables de alarma, trincheras para evitar el paso de
vehículos, alambre de púas, varios cientos de torres que vigilaban el perímetro
y treinta bunkers de hormigón armado.
La caía del muro fue una chapuza similar a la que lo levantó.
Las medidas de emigración menos rigurosas que puso Hungría en sus fronteras
hizo que varios miles de alemanes del este abandonaran todo lo que tenían y
bajo la excusa de unas “vacaciones en Hungría” cruzaran la frontera con Austria
y desde allí ya al Berlín Occidental.
Ante esta evidente fuga de habitantes, y una enorme presión
ciudadana en la calle, el politburó hizo pequeñas reformas en la legislación
para viajar libremente que no contentaron a nadie. El 9 de
noviembre la RDA dio una conferencia con periodistas de todos los países para
lavar su imagen. Günter Schabowski fue designado el portavoz del Partido
Socialista Unificado Alemán y la rueda de prensa fue retransmitida en directo
por la televisión de la Alemania Oriental.
En cierto punto de la rueda de prensa, un periodista
italiano preguntó a Schabowski “¿cree usted que fue un error introducir la Ley
de Viajes hace unos días?", refiriéndose a la Ley de Viajes que permitió a
tantos alemanes escapar a Hungría. Schabowski le contestó una parrafada que se
resumía en que los berlineses podrían visitar la otra mitad de la ciudad sin
ningún tipo de justificante especial ni rellenar ningún visado.
La sala de prensa estaba perpleja ante la contestación, por
lo que la siguiente pregunta fue lógica: ¿Cuándo entra en vigor? Schabowski
contestó “de inmediato”. Eran las 18:57. El error fue que la medida tendría que
haberse puesto en marcha al día siguiente, con todo el personal fronterizo
avisado y sin altercados, todo muy eficiente y alemán.
Alemanes: no es fácil impresionarlos ni con eventos de sociopolitica de trascendencia internacional
Pero ya era demasiado tarde. Todo el mundo que estaba viendo
el programa en directo en sus televisores salió rumbo al punto fronterizo más cercano. Los
funcionarios de fronteras, que no estaban informados, habían escuchado las mismas
declaraciones por televisión y, ante la presión popular, abrieron las
fronteras. El punto de control de Bornholmerstraße fue el primero en abrirse a
las 23:00.
Los ciudadanos de ambos lados de Berlín se abrazaron, se
saludaron aun siendo desconocidos y el ambiente de fiesta duró varios días en todos
los barrios de la ciudad. En los siguientes días la gente escalaba el muro y se
dedicaba a derruirlo con martillos y
cinceles que tenían en casa. Cualquier herramienta valía para acabar con el
símbolo en el que se había convertido el Muro de Berlín.
Que Alemania del Este acabara en 1989 era una muestra de la
decadencia trágica del bloque comunista. Ese año se celebró con mucha pompa y
con exagerada gloria los 40 años de la RDA para que, pasados unos meses, se
desintegrara. Lo que ocurrió en Berlín en 1989 fue lo que dos años más tarde
ocurrirá, en una versión mucho más espectacular, con la URSS: el fin de un sistema
socio-económico.
Y, ahora, unas fotos cortesía de mi corresponsal especial que está cubriendo el 25 aniversario en Berlín: Álvaro Eseverri.
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