Bueno, es domingo y ha la normalidad ha vuelto a mi vida en
todos los sentidos.
Hoy, siguiendo el temario de Selectividad que me filtraron,
toca hablar de la Ilustración. Como seguidor de la posterior corriente cultural
conocida como Romanticismo, considero que la Ilustración es poco menos que
abominable, pero hagamos de tripas corazón y seamos correctos por el bien de la
Humanidad (suspiro).
Echemos un ojo a mis apuntes de Ideas Políticas para ver qúe
supone la Ilustración:
La Ilustración creerá
que hay un nuevo recorrido posible para el ser humano, asaltará el oscurantismo
teológico cristiano y sacudirá la base de las instituciones tradicionales con
un escepticismo y racionalismo que sentará las bases del nuevo conocimiento.
Y no
contento con ese párrafo de épica narración, añado un poco después:
La filosofía
racionalista es radical, pone en cuestión todo lo establecido de raíz y
cuestiona cualquier explicación metafísica y al mismo tiempo supone que todo
puede ser conocido mediante la racionalización. El ambiente intelectual cree
que hay un enorme mundo de avances científicos por descubrir, un ambiente de
euforia científica que combate lo impuesto sin demostración y dejando de lado
la superstición, las mentiras y lo prejuicios.
WOW - me
digo a mi mismo - tus apuntes son tan épicos merecen una película de acción
protagonizada por Bruce Willis por lo menos.
Salvaje reunión de ilustrados, se sabe que está en su máxima brutalidad porque sólo hay dos o tres dormidos.
Pero, en cualquier caso, dejemos de lado a Voltaire,
Rousseau y sus amigos y centrémonos en España. No por nada, sino porque en
selectividad te van a preguntar por España porque todo el resto del mundo no
importa. No importa porque no es España y ¿Qué porcentaje será? ¿Un 98% del
planeta? ¡Eso no es nada, España vale más!
Pues a lo que íbamos. España no es que estuviera a la cabeza
en cuanto a innovación científica se refiere, por lo que la Ilustración entró
tarde y mal. El que no hubiera una clase burguesa consolidada (uno de los
grandes males que tuvo la España de la modernidad y comienzos de la
contemporaneidad) hizo que la población nunca tuviera un clamor por
reformas en el sistema político y
cultural.
Además, a la inexistencia de clases medias pujantes hay que
sumar las resistencias de sectores eclesiásticos y aristocráticos, que no querían
que se les acabara el chollo. La introducción de una nueva mentalidad fue lenta
y tortuosa para la España de finales del XVIII. La decadencia política en la
que estaba sumido el país tampoco ayudaba mucho y no es que Fernando VI y
Carlos III fueran unos revolucionarios antitradicionalistas.
Jovellanos copiando - un óleo que le sacaron en un descuido.
Si, bueno, algunos españoles como Feijoo, Campomanes,
Jovellanos, Aranda, Olavide o Floridablanca destacaron como ilustrados
españoles. Pero ya sabéis el refrán: en
el país de los ciegos, el tuerto es rey. A pesar de ello, uno tiene cierta
simpatía hacia los ilustrados españoles, no porque sean de esta tierra (que
también) sino porque elijo el menor de los males (las teorías tradicionalistas
de esa época son dignas de relatar a la luz de una hoguera intercaladas entre
historias de terror).
¿Y qué hicieron estos señores? Como he dicho el principio,
seré romántico pero no les voy a quitar méritos. Los ilustrados criticaron
duramente a esos nobles y aristócratas que encontraban “indignos” los trabajos
manuales, haciéndoles ver que no había deshonra en trabajar algo, tampoco mucho que para eso ya tenían
a los criados y jornaleros, pero lo suficiente como para guardar las apariencias.
Otra de las críticas fue el excesivo peso de los
eclesiásticos en la sociedad española, que, para ser sinceros, inundaban toda
la geografía con conventos y monasterios. Desde el punto de vista económico,
hacía que la mayoría de explotaciones agrícolas estuvieran en manos de la
Iglesia y, siendo quien era, se mostraba bastante reacia a innovaciones
técnicas.
¿Soy yo o el tío de blanco está haciéndoles cosas impúdicas a los de verde? Y encima es de Goya, que tiene mala rima.
Todo ello se traduce en que España no podía competir en producción
con sus países vecinos. Y eso de no tener una economía fuerte inquietaba a esos
ilustrados, no en vano de la corriente ilustrada evolucionará luego los
primeros liberales del siglo XIX. Muchos de los ilustrados harán duras críticas
contra la intervención estatal arbitraria en la economía, que consideran mucho
más típica del feudalismo.
Otra de las grandes preocupaciones que tenían eran la
educación y la cultura. De la misma forma, con la Iglesia habíamos topado. Solamente
la cultura podía sacar al país del retraso que tenía y, una vez más, a la
Iglesia no le interesaban los cambios porque ¿si le estaba funcionando, para
qué cambiarlo?
En resumidas cuentas, para los ilustrados la hegemonía de la
Iglesia tenía que acabar. En su lugar defendían una educación basada en la
utilidad y en la práctica, abierta a nuevas creencias e innovaciones
científicas y menos basada en el “esto es así porque lo dice Dios”.
Concluyendo, puede que muchos ilustrados fueran unos
elitistas de narices, pero hay que agradecerles, aunque sea con la boca
pequeña, los avances intelectuales que consiguieron en su época. Sin ser ateos
(ni mucho menos) habían logrado acabar con los privilegios eclesiásticos aunque,
para lograr un laicismo real, quedaba mucho camino por delante.
A la normalidad
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