domingo, 8 de diciembre de 2013

La crisis del 1200



La crisis del 1200 es una de esas cosas que hacen que me sonría cuando oigo decir a alguien que la actual crisis es mala. Señores economistas de bar: esta crisis no es más que una cagadilla de mosca si la comparamos con la monstruosidad que ocurrió en el 1200 a.C. en la zona de Oriente Próximo y el Egeo.

No estoy hablando de que la gente se arruinara. Tampoco estoy hablando de índices alarmantes de paro, que en esa época nadie se moría de hambre porque todos eran productores. Estoy hablando de que civilizaciones enteras se fueron por el desagüe. CIVILIZACIONES. ENTERAS.

El panorama que pinto puede parecer apocalíptico, pero es la verdad. Fue como si todas las calamidades que te pueden atormentar un domingo por la tarde, excepto llamadas de compañías telefónicas (por razones obvias), se unieran para descargar la ira sobre un punto concreto del planeta.

Lingote de cobre de Chipre. Como los chipriotas controlaban la producción de este metal, todo el mundo quería ser su amigo. Eran la capitana de las animadoras del Próximo Oriente Antiguo.

Estoy hablando de invasiones, de terremotos, de maremotos, de malas cosechas y de cualquier penalidad con la que se te puede ocurrir castigar a incipientes civilizaciones. Anarquía de calidad “pata negra” en un entorno con reminiscencias a Mad Max, solo que con carros en vez de coches y cobre en vez de gasolina.
En Jericó un terremoto de más de seis puntos en la escala Richter derriba las murallas (y se da por hecho que mata a la mayoría de la población autóctona). Por si no fuera suficiente diversión el terremoto por sí sólo, provoca un maremoto que devasta las costas de Chipre y Creta. Esta última ya había pasado por algo parecido en el periodo minoico y ahora estaba bajo la influencia de los micénicos.

Os lo explicaré de una vez en lugar de meteros miedo: Los grandes imperios estaban desgastados y no podía hacer frente a lo que antes sostenían sin problemas.

Después de la batalla de Kadesh entre Egipto y los hititas ambos imperios estaban desangrados. La guerra de desgaste  que habían jugado se había cobrado gran parte de la mano de obra y dinero que poseían. En otras palabras: la población que había en esos territorios era poca y estaba sometida a impuestos prohibitivos. Como es lógico, cerca del centro el control económico y social era mayor y disminuía conforme nos desplazábamos a la periferia. En ese contexto nace la figura del habiru, persona que huye a las zonas de frontera en busca de menos presión fiscal.

Se que parece una coreografía propia de caballos de circo, pero es así como los egipcios representaban una batalla sangrientísima.

Por lo tanto, los grandes imperios eran gigantes huecos en los que nadie se ocupaba de los importantes regadíos. Como nadie producía, el hambre se extendió y, como es lógico, nadie quería a un gobernante que no se preocupaba por si sus súbditos pasaban hambres y encima los exprimía a impuestos para poder llevar un buen tren de vida.

Con el sistema estatal tocado y medio hundido, la alternativa era el nomadismo. De ahí salen los llamados Pueblos del Mar, grupos de nómadas que se dedicaban a buscar una zona fértil en la que asentarse. Los nombres eran muchos y realmente su procedencia y rasgos etnográficos no se conocen a ciencia cierta, pero lo que está claro es que para los egipcios eran conocidos porque algunos de estos pueblos habían actuado como mercenarios para ellos. En cualquier caso, a ningún imperio le gusta que unos extraños se le asienten en la puerta de su casa y empiecen a cultivar las mejores tierras, que por supuesto le pertenecen, así que había que echarlos de ahí de cualquier forma.

Y con “cualquier forma” me refiero a “fuerza bruta” y “expulsarlos con el ejército” en la batalla del Delta del Nilo en el 1176 a. C.

Visto el recibimiento que tuvieron en Egipto, los Pueblos del Mar se desperdigaron por todo el Mediterráneo y dejaron en paz a Egipto, no sin antes probar suerte en el Imperio Hitita con las mismas respuestas. El poder defenderse de estos pueblos externos fue un acto impresionante, porque los hititas estaban con el agua hasta el cuello (con su capital, Hattusas, saqueada por nómadas anatolios).

El comercio de cobre era indispensable hasta entonces, por algo es conocida esta época como Edad del Bronce, y quedó interrumpido en este clima de inseguridad. Sin cobre no había bronce y sin bronce no había armas con las que controlar el Estado. Sin Estado no había escritura y sin escritura no hay testimonios de lo que pasó. Se entraba en lo que se denomina los Siglos Oscura.


Hasta más o menos quinientos años después no hay información escrita, por lo que nos encontramos con unos griegos que aparecen de la nada.

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