Hasta ahora, las entregas de Urbanismo Cutre se basaban en
asentamiento humanos que no molaban. No es una tarea difícil, muchas de las
ciudades en las que habitamos han perdido la escala humana y han crecido sin
control añadiendo más y más barrios residenciales en función del precio del
suelo.
Por otro lado, las ciudades más antiguas desconocían la
planificación y construían al tuntún, sin importar el bienestar de los
ciudadanos de la propia ciudad. Ni calles bonitas, ni garantías sanitarias, ni
comodidades frívolas. Probablemente los expertos en urbanismo de la época creían
que un burro muerto era el mejor complemento para una calle embarrada. Luego
que había plagas.
Había hablado de ciudades concretas en el que el los
principios urbanísticos eran cutres, como Barcelona o Çatal Höyük. También
había hablado de cómo La Corbusier había abierto los infiernos de los que habían
salido horribles bloques de piso grises. Pero hasta el día de hoy, no había hablado
de urbanismo cutre a estos niveles.
Begich Towers: pueblo mediocre, sociedad distópica excelente.
Begich Towers es un pueblo de Alaska que básicamente es un
edificio. Todo el pueblo condensado en un bloque de apartamentos de hormigón. Minimalismo
a tope. Aunque en realidad, tengo que reconocer ahora que estamos en petit
comité que todo lo que diga aquí está escrito desde la envidia más profunda,
porque no hay nada que odie más que salir de mi casa a comprar.
Alaska es el Teruel de Norteamérica. Por lo del frío y por eso
de que nadie vive allí voluntariamente; por lo de los Amantes de Teruel, no. Recalco
eso último. Begich Towers tiene una latitud superior a Moscú, Estocolmo o San
Peterburgo (Leningrado), así que haceros una idea del frío que debe haber en
enero. Además, se trata de una zona de
clima oceánico subpolar, con lo que se junta lo mejor de cada casa: la enorme
humedad del clima oceánico con el frío del clima polar. La traducción para los
que no entienden de climas es: mucha lluvia fría en verano y nieve hasta un
quinto piso en invierno.
Vista del paisaje desde el piso 2 de Begich Towers un 2 de enero.
Para comprender que hace un edificio de catorce plantas ahí,
en mitad de la nada más absoluta, hay que remontarse al final de la Segunda
Guerra Mundial. A algún iluminado se le ocurrió que era una buena idea tener un
depósito naval en la zona, por lo que se empezó a construir un complejo militar
para dar apoyo a la flota. Si me preguntan a mí, para parar una invasión rusa
lo que tendrían que hacer es hacerse fuertes en el sur, donde hace calor y
tienen temperaturas a las que no están acostumbrados. Error gordo es fortificar
el nevado norte, donde son capaces de estar desnudos, solo con una botella de vodka
puesta.
El caso es que los altos mandos estadounidenses pensaron
algo parecido a lo que acabo de expresar, porque el complejo militar nunca se
construyó. Después de que un pequeño tsunami afectara a la zona en los años 60,
el ejército perdió el interés en la base que estaba construyendo. Antes de que
la Guerra Fría acabara, la zona de Whittier (que es donde se sitúa Begich
Towers) numerosas personas relacionadas (pero no dentro) del ejército ya estaban asentadas en la zona. Begich Towers ya era eminentemente civil.
Para los que no saben inglés, traduciré lo que pone: "ATENCIÓN. Vault-Tec no les recomienda que salgan afuera. El mundo exterior da miedo. Gracias.".
No os voy a hablar del urbanismo que rodea el edificio
porque es demasiado sencillo: una carretera que divide todo, coches aparcados a la izquierda y
una especie de trasteros decadentes a la derecha. Si miráis Google Maps podréis
ver que es un escenario postapocaliptico en el que todo parece abandonado,
oxidado o embarrado… o cualquier combinación creativa de las tres cosas a la
vez.
Me da igual lo perfecta que sea la vida interior. Me da
igual que Begich Towers tenga una comisaria, oficina de correos, hotel,
hospital, iglesia y vete tú a saber qué más perfectamente integrados en el
edificio. Me da igual todo. Como si el presidente de comunidad es además el
alcalde. Por su minimalismo cochambroso me gustaría otorgar el galardón “Urbanismo
cutre” al edificio Begich Towers: no es que sea una ciudad mal hecha, es que es
la máxima definición de una ciudad cutre, en todos los sentidos.
Va a ser difícil de superar.
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