[Abre la puerta de una patada]
¿ESTÁN USTEDES DISFRUTANDO EL ESPÍRITU NAVIDEÑO?
[Saca gorros de Papá Noel y lo empieza a poner a todo
el mundo]
ESO ES, MÁS FELICIDAD, MÁS NAVIDAD.
¿Os habíais dado cuenta de que ya es navidad? Hasta
anteayer hacía un calorcillo muy rico, pero el frío ya ha llegado. Yo ya he
sacado los abrigos y he empezado a vestir como un abuelo, con chalecos y todo
eso, para mantener el calor corporal.
¿Veis esto? es paganismo de la peor calaña.
Aunque, claro, si no eres cristiano no celebrarás algo como la Navidad. Toda esta felicidad y espíritu… “navideño”, a falta de un adjetivo mejor (que no he encontrado) no será accesible para ti si eres, por ejemplo, un sucio romano. Esto es así y desde el departamento de Atención al Cliente de la Navidad me han comunicado que lo sienten muchísimo: sólo está disponible para aquellos que han nacido después de Jesucristo.
Pero, no te preocupes. Si eres una persona nacida en
esa turbulenta época a cuya cifra se le pone un “a.C.” detrás, estás de
enhorabuena. Hay otras alternativas para celebrar para ti. Bueno, y también
aprovecho para decir que tienes mi admiración. No todos los días te lee alguien
con miles de años de edad.
Si eres un hombre prehistórico, pregunta a tu chamán
por qué las noches son más largas y hace tanto frío. Probablemente haya algún
dios totémico que hay que apaciguar, no vaya a ser que la caza sea mala. No
hace falta que te reúnas con la familia, pues la unidad tribal en la que
habitas probablemente ya haya tenido en cuenta eso, y el parentesco más lejano
que haya sea un primo.
Las típicas y felices navidades precolombinas.
Pero, si eres una persona civilizada que ha abrazado
la sedentarización, quizá podría ofrecerte un poco de Saturnalia. La fiesta tenía
(como todo en la cultura romana) un germen griego e incluía cosas tan bonitas
como el intercambio de regalos o festividades privadas en ambiente familiar (se
les daba vacaciones escolares a los niños). También se revertía el orden social
entre esclavos y amos, lo cual llevaba a excesos… ¿Pero qué sería de la civilización
romana sin mucho un poco de
exceso?
Si eres un romano que ya cuenta los años añadiendo el “d.C.”
tenemos para ti la festividad del Sol Invicto. Paladea la excentricidad romana en
su más puro estado: restaurando una festividad olvidada porque al Emperador le
parecía bien. También había una idea detrás, la de dar a todo el Imperio una
deidad común en la que creer, aparte de las religiones que tuvieran, una
especie de religión estatal frente a las religiones personales, un “está muy
bien que creas en lo que crees, pero mira el Sol, sale todos los días y te da
calor, ya podrías ser un poco agradecido”.
Si eres de esas personas a las que el paganismo le
parece lo más, también puedes celebrar el Meán Geimhridh, comúnmente conocido
como “solsticio de invierno” para los que no tenemos la lengua acostumbrada a
un idioma compuesto casi enteramente por consonantes. Puedes animar a los
druidas cuando se vayan a los megalitos a hacer cosas extrañas que tú nunca
sabrás. Quédate en casa, disfruta del fuego calentito y cierra puertas y
ventanas por si les da por hacer sacrificios humanos. Cuelga algo de muérdago
por si acaso.
A RENDIR CULTO AL SOL INVICTO AHORA MISMO.
Pero, espera, ¿el paganismo romano te parece demasiado
pomposo? ¿Los celtas te parecen “meh”? ¿Eres de los que no se pierden un capítulo
de Vikings? Puedo ofrecerte la festividad de Yule ¡la razón por la que ponemos
el dichoso arbolito de Navidad! En la Navidad Germánica se recuerda a los
ancestros muertos, prepara una opulenta cena, celebra con la familia y se especialmente
hospitalario con los extraños. Podría ser algún dios disfrazado poniéndote a
prueba.
Pero no tenemos por qué limitarnos al ámbito
occidental. También habrá quienes sean más partidarios de la Pachamama y
prefieran la costumbre azteca de celebrar la llegada de
Huitzilopochtli (uchilopochi, para los amigos). Si Jesucristo te parece un poco
soso, no hay nada mejor que adorar a un dios guerrero al que le gustan los
sacrificios humanos.
Y ahora, si me disculpan, unas croquetas de jamón y
unos langostinos del tamaño de palmeras de chocolate me están esperando.
Échale un vistazo a la historia de Manuel Fernández Silvestre, o como yo lo llamo, el Rambo español
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