Sacad vuestras gafas de pasta y peinad vuestras barbas de
hípster porque hoy os traigo un análisis de una película minoritaria de la que poco
habréis oído hablar: Under sandet.
La verdad es que esta película se estrenó hace años ya (en
el 2015) y el director es Martin Zandvliet. No os preocupéis por no tener ni
idea de lo que estoy hablando, es una producción germano-danesa y no espero que
la conozcáis. Pero para remediar eso estoy yo aquí esta semana.
Me topé con la película de casualidad mientras ojeaba las
novedades que habían subido a mi… esto… ¿siguen existiendo los videoclubs? ¿sí?
Pues la encontré mientras ojeaba las nuevas novedades que habían traído en mi
videoclub de confianza. Obviamente me vi la película en versión original
subtitulada porque, ya que te pones a ver una película tan minoritaria, te la
ves en un formato que luego puedas presumir en el Starbucks más cercano.
El argumento de la película es sencillo: al finalizar la Segunda Guerra Mundial, numerosos prisioneros alemanes son obligados a desactivar las minas que poblaban las playas danesas, plantadas allí como defensa de un hipotético desembarco aliado que nunca ocurrió. Hasta aquí todo bien, “alemanes desactivando minas que ellos mismos plantaron, no veo problema” pensarás.
La película abre con un soldado danés mostrando todo el
desprecio del mundo a una columna de prisioneros alemanes, incluso con
violencia. Por lo visto, aunque no se llega a decir en ningún momento, la
familia de dicho soldado tuvo movidones con las fuerzas de ocupación alemanas,
de ahí ese odio visceral que siente por los alemanes.
El problema llega cuando, después de haberte presentado al germanófobo
protagonista, te presenta al resto de personajes con los que compartirá
historia: un grupo de reclutas alemanes que apenas han pasado la edad del pavo
y que visten una heterodoxa mezcla de uniformes harapientos. Estos soldados
normalmente provenían de las levas desesperadas de los últimos meses del III
Reich, cuando se luchaba en suelo alemán con lo que se podía.
- Aquí pone que ya tienes 14 años ¿eh?
- Sí, mi Führer
- Bueno, pues seguro que puedes manejar sin problemas un Nebelwerfer.
Los alemanes llamaron a la caída del Reich el “Götterdämmerung”,
“el ocaso de los dioses” en español. La última de las óperas que componen “El
anillo del nibelungo” de Wagner. Una metáfora rotunda y precisa, como todo lo que
hace el pueblo germánico. Y eso significaba la sustitución de la marcial “Wehrmacht”,
el orgullo militar de Alemania, por las ineficaces milicias del “Volkssturm”.
El caso es que el ejército danés usó a esos críos asustados
para desactivar minas, y lo retrata de la forma más dramática posible. Bajan a
los alemanes de varios camiones, los meten en un hangar y un oficial danés les
pregunta “¿Cuántos de vosotros han visto una mina?” y sólo un puñado de ellos
levantan la mano.
Sin apenas entrenamiento sobre cómo desactivar minas, los
mandan a las playas a empezar su trabajo. Cada vez que tienen que enfrentarse
al reto de desactivar una mina la tensión puede cortarse con un cuchillo. A lo
largo de la película se hacen patentes las deplorables condiciones humanas en
las que sobreviven los prisioneros alemanes. Porque este tipo de tareas no eran
un castigo sino una venganza.
La película utiliza mucho la luz para crear los espacios y
la oscuridad para reforzar los fragmentos más dramáticos. Los colores naturales
terrosos dan calidez conforme va avanzando la historia y se van humanizando los
personajes, con sus miedos y esperanzas. No es una película cómoda de ver en
algunos momentos, aunque no explota el gore ni la sangre para hacerla difícil de
ver. La principal baza de “Under sandet” es la tensión del momento, cuando
sientes ese cosquilleo de que algo va a salir mal.
La historia no aporta nada nuevo en cuanto a narrativa, pero
el valor de la película reside en la atmosfera que crea con sus personajes y
sus espacios. Sin buscar fórmulas arriesgadas en cuanto a cinematografía, crea
un relato antibélico que funciona muy bien y te mantiene en tensión durante
toda la película.
Ojo con los spoilers aquí abajo:
Sin alimentos, ni material, ni experiencia, los niños-soldados
acaban como esperas que acaben en una película reflexiva. Van cayendo como
moscas, lo que afecta al sargento protagonista. Él, que al principio trataba
con rabia a los alemanes vencidos en la escena en la que lo presentaban, es
capaz de ver como niños a los prisioneros alemanes.
El alegato antibélico es total cuando te das cuentas que las
promesas deliberarlos al terminar su tarea están más vacías que las frases de
Mr. Wonderful. A los oficiales daneses les da igual si viven o mueren los
prisioneros alemanes, lo que quieren es venganza y usarlos como carne de cañón
que impida que mueran daneses en las tareas de limpieza.
El mensaje es claro: la guerra ha degradado a los vencidos,
hasta el punto de ser un simple instrumento incómodo del que hay que
deshacerse. Pero los vencedores no han quedado mejor parados: en su victoria se
han deshumanizado a sí mismos, incapaces de ver más allá de un uniforme enemigo.
Eso si, el tiempo de la película es lo suficientemente pausado como para dar espacio
al espectador de reflexionar y sacar sus propias conclusiones.
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