domingo, 1 de mayo de 2016

Rumbo hacia una España en guerra [review literaria]





Como historiador, hay una cosa que me gusta mucho más que viajar: leerme libros sobre viajes que han hecho otras personas en otros tiempos. Fulanito se pegó un viaje por Japón en 1927; pues bienvenido sea, a ver que peripecias le ocurren en los años 20 al otro lado del mundo, pese a que a mí ni se me ocurriría visitar Japón en la actualidad.

Creo que se debe a la fascinación, a esa curiosidad que tiene todo aquel que le gusta la Historia, por ver cómo era la gente y la mentalidad en un pasado que no has llegado a conocer. Somos el producto de nuestro tiempo. Y como producto de nuestro tiempo, tenemos una determinada forma de pensar y una actitud ante la vida. Leyendo a personas de una época pasada, con unas mentalidades diferentes a las nuestras y unos puntos de vista que podrían resultarnos cómicos, debido al choque de culturas.

La famosa “Guía Baedeker”, en su edición sobre España y Portugal de principios del siglo XX, señala que no hay que dar limosna a los mendigos que se agolpan en las puertas de las iglesias porque son vagos que lo único que quieren es pagarse unos tragos de vino en la taberna cercana a costa de la caridad ajena. En un periódico de los años 20 se relata como un aviador español viaja al Congo en un biplano y los indígenas le disparan flechas cuando les sobrevuela, que no le llegan a alcanzar ni remotamente, como si fueran niños asustados. En un texto medieval, el viajero relata el excepcional caso de buen funcionamiento y exquisitez que representa el burdel de Valencia, recomendado por su limpieza y tranquilidad.

Todos esos textos no dejan de manifiesto una cultura diferente a la que vivimos, en la que el racismo es lo normal y no lo “políticamente incorrecto”. Situaciones en las que hoy nos llevaríamos las manos a la cabeza resultan motivo de orgullo en otras épocas. ¿Despreciar a los vagabundos? Hecho ¿Racismo? Hecho ¿Recomendar prostitutas? Hecho, wo-ho.

"Hay veces que hablo a los negros y parece que me entienden, como los perretes de mi Escocia natal" bueno, bueno, esto tendré que suavizarlo un poco en la versión final.

¿A dónde quiero llegar con esto? El otro día, estaba yo paseando por la sección de libros de Historia de mi superficie comercial favorita y encontré un título que prometía justo las emociones de las que estoy hablando. Normalmente, buceo en diversas páginas para encontrar libros de época baratos. Me vale cualquier libro que valga menos de 10 euros, aunque hablen de un viaje de fin de semana por Cuenca en 1907.

A lo que iba. Estaba yo en la Fnac cuando descubrí “Rumbo hacia una España en guerra”, de la Editorial Amarú. La editorial era completamente desconocida para mí, y el diseño de la portada recordaba a mis trabajos del instituto hechos con wordart, pero costaba 14 euros y decidí darle una oportunidad. No me arrepiento en absoluto.

“Rumbo hacia una España en guerra” nos cuenta las peripecias autobiográficas del periodista inglés Keith Scott Watson. La historia de Scott dista mucho de ser un héroe de guerra, pero es esa picaresca desnuda y realista la que te cautiva. Si hubiera sido un héroe desbordante de virtudes, el relato no se diferenciaría de los relatos inventados de la propaganda republicana.

La portada grita "soy de serie B" pero el contenido está a la altura de una superproducción de Hollywood.

El bueno de Scott se alista como voluntario para luchar contra el fascismo en España, sí, pero con la calma. Ingresa en las Brigadas Internacionales y es entrenado como un soldado más. Conoce a sus compañeros y marcha con ellos al frente. Sin embargo, eso de que le devuelvan el fuego le asusta un poco: después de que las tropas franquistas le disparen un poco, decide que su aportación en el frente no es tan valiosa como puede ser su aportación como periodista al conflicto.

De esta forma, abandona el batallón de ingleses de las Brigadas Internacionales y pide el traslado a Madrid. Cubrirá el sitio de la capital española y conocerá a colegas de profesión. Vivirá de día en el edificio de Telefónica, con el resto de periodistas, y de noche pernoctará en la embajada inglesa. Será testigo de primera mano de diversos sucesos en la capital: bombardeos, los combates de la Ciudad Universitaria, las intrigas políticas de la retaguardia…

Keith Scott Watson deja bien claro, desde el primer momento en el que se ponen las cosas feas, que viene a luchar por la República, pero no a morir por la República. En otras palabras, Scott había venido a hacer un poco de turismo de guerra. Si de camino salvaba España, pues bueno, pero él estaba más interesado en ligar y pasarlo medianamente bien que en coger un rifle y meterse en la trinchera.

Es más o menos como si el Lazarillo de Tormes hubiera tenido un máuser Oviedo, un casco Trubia y muchas hormonas. Y un perfecto acento británico. Recuerda que hay que leer todo el libro con acento británico, es lo que le da el realismo.

En su relato hay momentos de batalla y de lucha, pero donde más se extiende es en describir las maneras de ocio que tiene en las diferentes ciudades que pisa. Habla de las tascas barcelonesas, de lo aburrido y lleno de prostíbulos que estaba Albacete, de los restaurantes de una Madrid sitiada. Habla de cine, de propaganda, de diversión cotidiana. Pero, por encima de todo, habla de mujeres.

A Scott le gustan las mujeres. Mucho. A todas horas, si fuera posible. Una de las cosas que hace a lo largo de todo el libro es hacerse el interesante con el sexo opuesto, describir pormenorizadamente al sexo opuesto y, en un par de ocasiones, tener sexo prematrimonial con el sexo opuesto.


A ver si pongo la mano encima a algunos de los otros libros de la colección y descubro qué cuentan los otros inglesitos.

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Keith Scott Watson: "Rumbo hacia una España en guerra".
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