Ha llegado el veranito. Lo noto por esos abrasadores 50
grados al sol que ha habido en la calle en la que vivo.
No sé por qué, pero en los sitios culturetas (véase Fnac y
similares) empiezan a suponer que vas a tener mucho tiempo libre para leer
libros. A montones. A destajo. Como si tu cerebro se mantuviera a una
temperatura agradable y fresca mientras tu cuerpo se derrite. Empiezan a
frotarse las manos mientras te recomiendan lecturas y lecturas estivales.
Lo cual me recuerda sospechosamente a cuando era pequeño y
me mandaban cuadernillos de verano para joderme mis vacaciones. Así que yo, Lord
Timothy Worsworth-Moriarty III, en un alarde generosidad, haré algo parecido:
recomendar libros buenos. Ahora, una vez he acabado de escribir, me doy cuenta que he podido ser demasiado serio con el texto así que compensaré con las fotos.
El recluta Otto, porque en todos batallones tiene que haber un soldado "especial"
Empezaré hoy con uno que me he tenido que leer en el máster
para hacer un análisis profundo: Sin novedad en el frente. Como forofo de la
Primera Guerra Mundial, y sin haber visto las películas (que es como debe
leerse un libro, en una condición de inocencia total), me lo leí con deleite, y
ahora os voy a contar algunas cosas que debéis saber. A lo mejor también hay
algún spoiler de la trama pero es que no se puede hablar de un libro sin
mencionar qué ocurre en él.
¿Por qué recomiendo yo el libro? Bueno, en primer lugar, si
estás leyendo esto es porque tienes inquietudes históricas. Puede que no seas
un historiador ni tengas conocimientos muy profundos de la época, así que la
novela histórica puede ser una buena forma de iniciarte. Sin novedad en el frente empieza con un soldado agonizando en el
hospital mientras sus amigos de la infancia están deseando que muera de una vez
para quedarse sus botas, que son especialmente buenas.
Que no, Pierre, que te pongas como te pongas no vas al Tour de Francia de 1915.
Este alarde de insensibilidad no es porque el tipo se haya
rodeado de los peores amigos del mundo, es porque ellos han visto tanto
sufrimiento y muerte en las trincheras que su amigo de toda la vida es “otro
más”. Una muerte no va a cambiar el curso de la guerra, pero las botas
especialmente buenas pueden significar la diferencia entre tener los pies
mojados o secos. Hasta ese punto de deshumanización se llegaba en la vida de
las trincheras de la Primera Guerra Mundial.
Erich Maria Remarque concibe la guerra como algo
tremendamente negativo: las continuas ofensivas y contraofensivas, siempre bajo
el fuego de la artillería, los proyectiles que abren la tierra y destruyen los
refugios y casas, los ataques con gases químicos que obligan al uso de máscaras
para no respirar el gas y morir envenenados, el ruido enloquecedor e incesante
de las ametralladoras, el cansancio, el hastío, hambre, piojos, ratas, barro,
cadáveres insepultos, soldados agonizantes en tierra de nadie, los brotes de
locura y la omnipresente violencia.
Si la Primera Guerra Mundial hubiera necesitado "pipa de la paz"
A pesar de ello,
Sin novedad en el frente no es un análisis histórico, es una
historia emocional. Las batallas que se luchan en el libro no tienen nombre, y
hasta precisar un marco temporal es algo secundario. En otras palabras: no
importa que el enemigo ataque el 3 de febrero, por decir una fecha, sino el
hecho de que el enemigo ataque las posiciones de los personajes, matando y
destruyéndolos en el proceso.
Sin novedad en el frente forma parte de la esa
valiosa literatura que surgió de la Primera Guerra Mundial y que narraba los
hechos sin glorificar, sin caer en heroísmos. Su alegato pacifista, que
rechazaba el belicismo y se oponía a la visión gloriosa de la guerra, entró en
colisión con la visión expansionista alemana y el discurso de ensalzamiento de
la violencia del nazismo. El resultado: las copias de Sin novedad en el
frente sirvieron para encender barbacoas nazis dominicales en Tiergarten.
Mientras el discurso nazi culpaba a Francia de la Paz de Versalles, Erich Maria Remarque iba un paso más allá y decía que sin Gran Guerra no hubiera habido Versalles, por lo que la culpa no la tenía Francia sino la guerra. Unos cojones bien puestos si tenemos en cuenta que cuatro años después de la publicación del libro, Hitler ascendía al poder.
Me recuerda a Homenaje a Cataluña de Orwell. Cuenta que si caías herido y te tenían que trasladar en camilla, todos tus objetos te los quitaban, botas, relojes, etc. Y los propios camilleros eran lo primero que hacían. Y claro, luego las botas, qué importante eran unas buenas botas que te protegieran los pies, sin agujeros, que no dejaran entrar el barro.
ResponderEliminarPero en Orwell cobra mas importancia la vestimenta que el calzado. Estarás conmigo que destaca el hecho de que para andar por Barcelona había que llevar mono de obrero (llegando a decir que los burgueses ricos se ponían la ropa de sus cocheros para pasar desapercibidos). El calzado aparece mencionado, creo que incluso habla de las alpargatas cuando describe lo mal equipados que estaban los soldados republicanos, pero queda en un segundo plano, presente, pero mucho más discreto.
ResponderEliminarO al menos esa es mi opinión.