Hay lugares de España que son mágicos. Y si no creéis en la
magia, por lo menos podéis admirar la poética decadencia de una de las mayores
estaciones de ferrocarril del siglo XX español.
Estoy hablando de la Estación Internacional de Canfranc,
ejemplo de la grandeza de tiempos pasados. La estación en sí es un edificio
magnifico de características clasicistas y estética francesa. En la
construcción se emplearon materiales modernos, como el cristal, el cemento o el
hierro; que hoy no nos pueden impresionar porque estamos hartos de ver bloques
de pisos hechos de esos materiales pero que en la época era toda una novedad
para un pueblecito perdido de los Pirineos.
Actualmente es una de los edificios abandonados más bonitos
de España ya que la estación cerró sus puertas tras un accidente ferroviario en
el lado francés del túnel que conecta la estación con la red de ferrocarriles
franceses. Personalmente pienso que es una lástima que uno de los edificios más
emblemáticos de la estética de los “felices años 20” esté tan infravalorado por
los gobiernos español y francés.
Si no te gusta la romántica decadencia de la estación de Canfranc no te preocupes, guardaré un minuto de silencio por la muerte de tu sentido de la estética
La estación en sí se diseñó con una misión en mente:
conectar la incipiente burguesía española con Europa y permitir a los pijos
franceses visitar esa exótica España repleta de toros, sevillanas y gentes pintorescas
atrasadas. Los trabajos de excavación del túnel que conectaría los valles
franceses y los españoles comenzó en 1907 y finalizó en 1915, en plena Primera
Guerra Mundial.
La estación se inaugurará un 18 de julio de 1928, tras
varios años de obras. Estarán presentes el Rey Alfonso XIII y el
general-dictador Primo de Rivera en representación de España y el presidente Doumergue
como encarnación de la República Francesa. 240 metros de longitud, tres alturas,
hotel, restaurante, aduanas, una comisaría, explanadas llenas de vías muertas
para estacionar los trenes que no estuvieran en circulación… La estación fue el
orgullo de los ferrocarriles españoles, porque se concibió como un palacio para
trenes, pero solo durante ocho años más. Actualmente aún conserva el título de
estación más grande de España, lo cual no está nada mal para estar en un
pueblecito perdido en los Pirineos.
- Y entre la banda de música y el pelotón de guardias civiles me pone a un grupo de niños tirando pétalos de rosa. No hay que escatimar en gastos en la inauguración
Con el estallido de la Guerra Civil las cosas se pararon en
Canfranc. Al ser un punto estratégico en el paso a Francia, las tropas
franquistas se acuartelaron en las inmediaciones para controlarlo e impusieron
severas medidas para evitar que la población se “echara al monte” y ayudara a
los maquis.
Pero lo que quizá más atraiga de la estación es su papel en
la Segunda Guerra Mundial. Durante los años de la contienda, vagones y vagones
de wolframio partieron hacia tierras germanas y a cambio llegaron cajas y cajas
de oro. Oro nazi del bueno. Con el que sueñan los teóricos de la conspiración y
buscadores de tesoros por igual. Lingotes del Reichbank, vamos.
Pero no sólo pasaron toneladas de oro por las vías de
Canfranc en ese periodo. Refugiados judíos que huían de la Francia de Vichy,
miembros de la resistencia francesa, espías de todas las nacionalidades y
miembros de las SS. Estos últimos, en concreto, se quedaron a vivir en el hotel
hasta agosto de 1945, probablemente disfrutando de sus vacaciones en España hasta
que sus compatriotas dejaran a recibir ostias en las calles de Berlín.
- Hans, Fritz, Verner, dejad de hacer el untermensch, que Berlin ha capitulado y tendremos que volver... ¿o qué?
- Solo unos mesecitos mas, cabo Dietrich
Desde entonces, la estación dejó de permitir el tráfico de
pasajeros: a partir de ahora, sólo mercancías. Paulatinamente la línea
transpirenaica fue perdiendo importancia comercial. Al abrirse nuevas vías de
comunicación, el accidentado terreno de Canfranc hizo la explotación
ferroviaria poco rentable. Eran tan poco rentable que en los años 70, cuando un
tren descarriló en la parte francesa destruyendo un puente, decidieron
desmantelar la línea.
Desde entonces la estación ha quedado como un monumento a
tiempos mejores. El pasotismo de Francia, que ha derribado los puentes de su
territorio y ha desmantelado la infraestructura, contrasta con la fuerza con la
que se aferra Aragón a su estación: hoy en día existe un tren que te lleva
hasta las vías inundadas de hierbas que se han convertido en cementerio de
vagones de todas las épocas.
La estación de Canfranc es como el abuelo cascarrabias que
hay en toda familia. Está ahí para contarte batallitas de cuando era grande. De
cuando a los franceses lanzaban grititos de colegiala al llegar a la estación
modernista de Canfranc. De cuando un grupo de nazis de la Gestapo y la SS
hicieron del recinto su resort particular.
Y parece que cada 18 de julio, el pueblo de Canfranc se
acuerda de su historia y celebra la inauguración de esa preciosidad de
estación.
Y me parece estupendo.
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