La semana anterior hablé de lo mucho que odio la Edad
Moderna. Hoy, para equilibrar el cosmos, hablaré de algo que me encanta: la arqueología.
El pegarme de sol a sol cavando con un pico y una pala a
lomo caliente me pone. Eso si, sólo si debajo hay algún resto de acción humana,
nada de trabajar en una obra o similares, que uno no ha estudiado para acabar
de albañil. Y aquí debo citar a un profesor que, después de quejarnos un poco
sobre lo cansado que era ser arqueólogo nos contestó “haber estudiado”.
Pero hay algo más excéntrico que un grupo de personas con
una camiseta que pone “Fiestas de Logroño 1986” y lleva unos pantalones con más
rotos que tela. Que además se plantan en medio del monte con carretillos,
picos, palas y otros instrumentos. Que también son vistas con una mezcla de
risa y alarma por los labriegos autóctonos. Probablemente te estés preguntando qué puede
ser la digievolución de semejante troupé de tipos raros. Y yo te responderé: la
arqueología experimental.
- Tío, ¿sabes que sería divertido? que nos dieran becas por jugar con estas cosas
+ Habrá que inventarse algo que suene lo suficientemente rinbombante
Iré directo al grano: la arqueología experimental
prehistórica, por ejemplo, trata de reproducir instrumentos líticos encontrados
con las hipotéticas técnicas que se cree que empleaban. En otras palabras, que
se golpean piedras de sílex hasta tallar bifaces, raederas y otras cosas
similares. Y de vez en cuando se corta carne de ciervo con esas piedras o se
raspa una piel de cuero para ver si funcionan.
No se de quién serán las manos, pero con esa habilidad para tallar piedras se llevará a todas las pivitas del lugar
Y es que en caso de apocalipsis, un buen historiador debería
poderte tallar puntas de flecha en sílex, darte la brasa sobre cómo se debe
hacer un regadío (que para algo servirá, digo yo), disparar mosquetes con
pólvora negra o construirte un castillo. Imagínate que se desata el apocalisis
zombie que todo el mundo anhela y te topas con un grupo de historiadores: a
cambio de tu cariño pueden construirte un castillo con el que comenzar tu
reinado sobre las ruinas de la civilización.
Y si no terminas de creértelo, aquí estoy yo para aportar
algo de poso científico a la anécdota. El castillo de Guédelon está situado en
Francia y se está edificando utilizando solo técnicas y materiales de la Edad
Media. Esto quiere decir que nada de grúas o cemento, sólo frikazos de la Edad
Media dando el callo como locos en un ambiente sindical feudalista.
Obviamente van lentos. El hecho de que la maquinaria esté
accionada por molinos de agua y fuerza humana hace que no sea tan rápido como
una obra de la actualidad. Y el hecho de que solo un puñado de fanáticos se
apunten al proyecto no ayuda demasiado. Pero desde luego, es una obra que
admiro mucho más que cualquier rascacielos de los que pueden salir por la
televisión (y además es una buena atracción cultural y turística, por lo que
veo en su web).
Si fuera un jubilado de la zona, sin duda iría a ver las obras de Guédelon a gritarles “ese arco de medio punto os está saliendo apuntado, que no sabéis distinguir románico del gótico, joder”
Canteros, herreros, carpinteros… todos ellos vestidos con
rigurosa moda medieval y participando en una construcción arqueológica, cuyas
premisas son las inversas a la arqueología tradicional: aquí no se excava hacia
abajo, se levanta hacia arriba. Y desde luego, te puedes parar a admirar el espectáculo que dan un puñado de tíos jugando a ser
albañiles medievales. Puede que hasta aprendas algo de la Edad Media y todo.
Yo, desde luego, me voy a poner una marca para visitar el
castillo si paso cerca. Así podré ponerme en el modo sobreexcitable. Y, bueno,
también el traje de soldado del siglo XII. Y dicho esto, a ver quién es el guapo que se pone a recrear
las pirámides de Egipto para que a los del Canal de historia se les quite la
tontería de los aliens de una puta vez.
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