Berlin.
Cuna de modernos. Ciudad con agua mineral carísima y cerveza barata. Hogar de alemanes que se vuelven locos en Nochevieja y se gastan todos sus ahorros en pirotecnia. Capital del actual Sacro Imperio Romano Germánico.
Espacio patrocinado por los servicios ferroviarios alemanes, cuyas estaciones tienen nombres bien sonoros e impronunciables.
Pero también es la ciudad en la que un amigo me invitaba para fin de año. Y con lo germanófilo que soy, no podía negarme...
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