No, no es que lleve un retraso curioso. Es que ahora acaba
de empezar mi verano y durará más o menos medio mes. Sé que suena triste, pero
así es la realidad del estudiante de Historia: triste. MI cuerpo tiene un
bonito bronceado-biblioteca cuya blancura puede mirar cara a cara a la más
potente de las lejías y sirve para que no sepa dónde acaba mi brazo y empieza
el folio donde estoy escribiendo.
Cuando tienes una decena de libros llenos de post-it, notas,
folios subrayados en tu propio código de colores y son las cuatro de la mañana
con el ordenador encendido, cuando ocurre eso y oyes por enésima vez “Paquito
el chocolatero” porque es verano y la verbena del pueblo está en su punto
álgido, cuando todo eso se da la mano algo hace click en tu cerebro y sabes que
has tocado fondo.
Mi ordenador y cuartel general, una calurosa noche de agosto cualquiera.
O puede que tocara fondo aquella noche en la que “cerré los
ojos para descansar la vista” y me desperté a las doce del mediodía siguiente con
todas las hojas escritas a lapicero pegadas por el cuerpo gracias al sudor
veraniego. No sé, he tenido muchos momentos en los que tras tocar fondo he
cogido una pala y he empezado a caer más bajo aún de lo que creía posible.
Pero ya ha acabado todo. Ahora puedo tener dos semanas para
relajarme. Wow, catorce días en los que puedo hacer cosas y sociabilizar.
Aunque ahora que lo pienso, hay que descontar un puñado de días de presentación
del trabajo, papeleo y burocracia así que… diez días de vacaciones. Un lujo al
alcance de pocos solamente.
Dios, si es que estoy deseando que crucifiquen a alguien
para que me den más tiempo de fiesta. Me vale con que santifiquen a un puñado
de personas ahora en septiembre y pueda empalmar con Pilares combinando días
festivos en una obra faraónica de ingeniería temporal.
Punto de reunión de la Universidad de Zaragoza en el que suelo engañar a victimas para que se lean mi TFG.
La parte buena es que, ahora que lo peor ha pasado, tengo un
trabajo de treinta y muchas hojas que desea ser leído por un intransigente
tribunal y un cerebro que se recupera a pasos agigantados de una lobotomía veraniega.
Así que podría decirse que ahora estoy bien y puedo salir a tomar la fresca como
una persona normal, cosa que, por supuesto, no hago.
Así que, si me perdonan, tengo un té que tomarme tumbado a
la sombra porque creo que me lo he ganado.
La semana que viene volvemos al lío histórico con las pilar
cargadas a tope.
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