Si alguien le preguntara a cierto profesor que me dio
clase este año que qué supone el fin del foralismo para Aragón, probablemente vería
como un señor ya mayor se pone en posición fetal y solloza durante un buen
puñado de horas. Si me preguntaran a mí, diría que el fin del foralismo supone
el fin de las instituciones características de Aragón en la Edad Moderna. Si le
preguntaran a un campesino aragonés del siglo XVII probablemente me encogería
de hombros y preguntaría que qué era porque a la hora de la verdad los que
realmente se beneficiaban de los fueros eran los de siempre, los estratos
superiores de la sociedad.
Pero en teoría, como aragonés que soy, no puedo decir
esas cosas o la policía de la foralidad me arrestará, me meterá en una oscura
celda de alguna mazmorra y no podré apelar siquiera al Justicia. Así que
ciñámonos a los hechos.
La cara de Carlos II es como contar el chiste del perro Mistetas, humor con solera y sin complicaciones
Carlos II lo tenía todo. Retraso mental, fuerza de un
niño de 5 años, facilidad asombrosa para enfermar y dificultad asombrosa para
hacer tareas sencillas… y, por supuesto, esterilidad (cuando tu familia se
lleva casando entre primos durante siglos, es lo que te toca). Cuando murió,
tardando más de lo que la gente esperaba, resulta que no había tenido
descendencia ni legitima ni ilegitima.
Así que el trono estaba vacío y el culo de algún noble
tenía que rellenar ese hueco ¿Sería Felipe de Anjou o el Archiduque Carlos de
Austria? El primero contaba con el apoyo de Francia y el segundo con el de
Austria. El conflicto, lejos de quedarse en palos entre españoles, se
internacionalizó. Es lo que se denominó la Guerra de Sucesión Española.
Los españoles, ese pueblo que va a una guerra civil con una sonrisa de oreja a oreja. Fraticidas, si, pero felices.
Una autentica guerra civil entre españoles que se
saldó con el triunfo del pretendiente Borbón (Felipe V) y una reorganización
del Estado siguiendo el modelo francés, esto es, centralismo puro y duro. La
dinastía borbónica estableció una capital político-administrativa fuerte frente
a la anterior “monarquía compuesta”, lo que favorecería el futuro absolutismo
monárquico de inspiración francesa que iba a llegar.
En otras palabras: la Corona de Aragón desaparecía
como tal. Cortes, Diputación, Justicia… todas esas instituciones dejaron de
existir con los Decretos de Nueva Planta de 1707. País Vasco y Navarra
conservaron sus fueros, lo que se interpretó como una forma de castigar a la
Corona de Aragón por haber apoyado a quien no debían. La resistencia en la
Corona Aragonesa duró hasta 1714, con la toma de Barcelona por parte de las
tropas felipistas.
La llamaron Guerra de Sucesión, pero bien podría haberse llamado Guerra de los Pelazos
Como ocurre siempre con las batallas, las que las
pierden tienen que sufrir represión. Se persiguió a aquellos que habían apoyado
al Archiduque Carlos por toda España. Comenzaba un cambio de dinastía en el
trono español que daría importancia a las leyes castellanas. Podría decirse que
la España que vivimos actualmente es fruto de la Guerra de Sucesión: los
catalanes se afanan en recordar aquella vez que los castellanos sitiaron
Barcelona y, para ser sinceros, la hegemonía castellana en la Península surge
de esta guerra.
Pero realmente es una guerra que ninguno de los dos
candidatos ganó: El Archiduque Carlos porque le dieron pa´l pelo y Felipe V
porque se tuvo que conformar con los restos del Imperio Español. Las posesiones
en Italia, en Países Bajos e incluso Menorca y Gibraltar (que pasaron a manos
de los habitantes de la pérfida Albión) dejaron de ser territorios españoles.
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