A falta de tener un papel que me acredite como tal,
podría decirse que soy oficialmente un historiador. Si, quedan un par de detalles sin importancia
de los que la implacable burocracia se ocupará a su debido tiempo, pero en
términos generales ya tengo la carrera acabada. Bueno, para ser sinceros
totalmente, también me falta el Trabajo de Fin de Grado (el infame TFG) pero
eso es porque prefiero tener un verano por delante para pulir detalles porque
resulta que cuanto más leo, más quiero profundizar sobre la dictadura de Primo
de Rivera.
A lo largo de dos entradas ya había abordado el tema
en este blog. Sin embargo, todos los regímenes dictatoriales están
fundamentados en la figura del dictador, que encarna el nuevo sistema político
que se propone. Mussolini y Hitler tenían una fuerza y un simbolismo abrumador
que hacía que las sociedades dejaran de lado su racionalidad y abrazaran un
fanatismo… pero ¿qué tenía Primo?
Desparpajo andaluz.
Primo de Rivera en su uniforme de "Dandy veraneante"
La personalidad de Miguel hacia que cayera en una
especie de optimismo ingenuo y una buena voluntad propias de un personaje de
Juego de Tronos de esos que no pasan de los prólogos. Aunque él no fuera uno de
esos políticos de carrera, creía que con buena voluntad se podrían arreglar los
problemas de España. El que no fuera un intelectual sino un militar hizo que
muchas veces sus soluciones fueran un tanto curiosas y generaran desconcierto
entre partidarios y detractores
La dictadura de Primo de Rivera nunca tuvo la mala
prensa que las dictaduras europeas posteriores. Esto es, probablemente, a que
en vez de tener una actitud despótica tenía una paternalista. No se limitaba a
reprimir, también ofrecía ventajas sociales para compensar los derechos
políticos perdidos: puede que las elecciones no fueran libres, pero se
mejoraron las infraestructuras por todo el país y se mejoró las condiciones
laborales (entre otras muchas medidas). En los comités paritarios (un método
sindical en el que se reunían patronos y obreros a negociar bajo el arbitraje
del Estado) la patronal creyó que el dictador se ponía de parte del movimiento
obrero demasiadas veces, lo que llevó a que lo acusaran de querer introducir el
bolchevismo. ¡El padre del fundador de la Falange acusado de ser un peligroso
comunista!
Primo de Rivera descansando en un sillón en pose desenfadada y poco dictatorial, sin meter su incipiente tripilla nada militar
Primo de Rivera, aunque miraba como una quinceañera a Mussolini,
careció de la crueldad. Él prefería una mesiánica visión de sí mismo, su
destino era el de sacar a España de su atraso y su corrupción política con la sinceridad,
laboriosidad y buena voluntad que él traía. El éxito (vamos a considerar éxito el
que no se lo cargaran violentamente antes de tiempo) de la dictadura tuvo mucho
que ver con la personalidad afable del dictador.
Y ahora voy a hacer algo que no suelo hacer: citar a
una figura de autoridad. Javier Tussel, en su Historia de España en el siglo XX (vol. 1: Del 98 a la proclamación de la República) habla de esta
forma en la página 456.
La bondad
natural, carencia de formación y condición de cirujano de hierro de Primo de
Rivera lo abocaban a un paternalismo que se traducía a menudo en
manifestaciones pintorescas, como desempeñar objetos del Monte de Piedad en un
momento en el que el presupuesto alcanzó superávit, ocuparse personalmente del
caso de un carbonero desahuciado o recomendar un régimen dietético a los
españoles. No tuvo inconveniente en rectificar su criterio en más de una ocasión
porque lo contrario sería un exceso de “amor propio”. A pesar de ser dictador,
Primo de Rivera no rehuyó el contacto periódico con las masas populares.
Escribía notas oficiosas sobre todo lo divino y humano, “restando – según declaró
- horas de sueño tan necesario después
de un día de ruda labor que habré de reemprender dentro de cuatro horas”. En
ocasiones recomendó la cría del gusano de seda o hacer gimnasia; en otras alegó
en su favor que “alegres y seductoras modistillas” le consideraran el salvador
de la Patria. Cuando se tomó unas vacaciones aprovechó la ocasión para redactar
un catecismo ciudadano en donde se recordaba la obligación de emitir el voto
cuando, por supuesto, no había elecciones.
Primo de Rivera, la única persona a la que Pablo Iglesias respetaría pese a ser "casta"
Frente a estas visiones tan humanas y terrenales, se
buscaba crear una imagen mucho más heroica y a la altura de un dictador. Por
esa razón se escriben obras como Psicología del dictador, en la que se
glorifica al dictador hasta llevar al peloteo estatal a cotas nunca vistas: “Primo
de Rivera se caracteriza por su sentido de la Justicia y su bondad” se puede
leer solamente en el índice. Ya dentro del libro traza a la dictadura en
general como un sistema perfecto que incluso trata con misericordia a los
grupos hostiles que buscan acabar con ella. Obviamente esta obra, escrita ya en
1929 cuando casi nadie apoyaba el sistema dictatorial, es un mero texto que
buscaba lavar el cerebro de la gente (no en vano en la contraportada advierte
que “Es propiedad de la Junta de Propaganda Patriótica y Ciudadana”.
Por todo ello, Primo de Rivera me resulta un personaje
atípico, rozando a veces la excentricidad, al que se le he cogido cariño pese a ser
un dictador militar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario