Cuando el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda
República en medio de una aclamación popular similar a la de las fiestas
patronales de cualquier pueblo, nadie iba a pensar que tres años después llegaría
un intento de revolución por parte de la izquierda (anarquistas en su mayor
parte). Al gobierno republicano provisional inicial le sucedieron dos años de
gobierno progresista y luego, en unas nuevas elecciones, ganó la derecha por
dos años más.
La cosa es más complicada de lo que parece así que me permitiréis
ponerme un poco brasas. Durante el bienio progresista se había llevado a cabo
una serie de medidas que separaban al Estado de la Iglesia. También se había
acometido un tema que llevaba lastrando a la sociedad española desde el final
de la feudalización: el reparto desigual de la tierra. Ante esos dos temas la
postura del bienio progresista era clara, acabar con los privilegios sociales
de la Iglesia y repartir las tierras de los grandes terratenientes entre los
jornaleros.
La derecha por supuesto no estaba de acuerdo con estas
reformas, por eso la CEDA pactó con el Partido Republicano Radical (que de
radical sólo tenía el nombre) y poco a poco fue desplazando o absorbiendo a los
republicanos hacia la derecha accidentalista (los que decían que la república estaba
bien, pero que si había otro sistema no le iban a hacer ascos, vamos).
Un mapa ilustrativo. Los mapas siempre hacen bonito. Ponga más mapas en su vida. Espacio patrocinado por la Asociación de Cartógrafos Españoles.
Cuando a principios de octubre del 1934 era evidente que el
gobierno del Partido Radical había sido disuelto y “usurpado” por los cedistas,
un amplio sector político se lo tomó con evidente preocupación: ¡en el gobierno
estaba un partido que no defendía la República! ¡Podían reinstaurar el sistema
de la Restauración o entregar el gobierno a golpista militares como Sanjurjo!
Ante este escándalo, los socialistas (PSOE y UGT) lanzaron
una huelga general para manifestar su descontento. A ella se adhirieron luego
los anarquistas (CNT-FAI) y comunistas (PCE). Digamos que la huelga se les fue
de las manos y empezaron los discursos revolucionarios sobre acabar con el
estado burgués. Se asaltaron los ayuntamientos, hubo enfrentamientos armados
con la guardia civil y Cataluña aprovechó para autoproclamarse como “Estado
Federado Catalán”.
El general Sanjurjo. Partidario de un régimen alternativo a la República y golpista frustrado
En Asturias los proletarios aun dieron un paso más. Los
mineros, armados con dinamita formaron la cabeza de puente que asentaría la
efímera República Socialista Asturiana. En sus manos cayeron, a parte de
numerosos cartuchos de dinamita, las producciones de varias fábricas de armas;
haciendo de estos obreros organizados y armados un auténtico quebradero de
cabeza para el gobierno central.
La República, en manos de la CEDA, lo tuvo bien claro: había
que emplear mano dura. Y para emplear la mano dura ¿qué mejor que traer de
vuelta a la Península a un par de batallones de soldados veteranos de África? Si,
de esos que se coleccionaban cabezas de los enemigos muertos.
No parecen muy peligrosos ¿verdad? pues ahora imagínate que te lanzan cartuchos de dinamita como quien escupe huesos de oliva
En definitiva, en octubre de 1934 hubo una huelga
revolucionaria que se fue de las manos a los convocantes: lo que era una
muestra de fuerza y desagrado se convirtió en una revolución con todas las de
la ley. La respuesta del gobierno fue enviar a los más cafres de los cafres, que
llevaron una represión brutal a sangre y fuego.
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