domingo, 30 de enero de 2022

Lo que está pasando en Ucrania

 



Si no nos afectaran las leyes del espacio-tiempo, este fin de semana nos podríamos ir a dar una vuelta a la zona de Ucrania en el siglo XI, y seguramente habría el mismo follón montado que hay ahora. Porque Ucrania ha sido el patio de atrás (atrás no tenemos más que un patio, en cuál de atrás) de Europa.

Cuando existía el Imperio Romano de Oriente, toda la gente de los Países Bálticos y terruños similares, se bajaba para abajo para poder disfrutar de las soleadas playas del mediterráneo y sus adinerados reinos costeros. Los Varegos acudían a Constantinopla y sitios así para ofrecerse como mercenarios y ganar buen dinero. También existían rutas comerciales en las que se intercambiaban sedas y especias por pieles, ámbar y cosillas así.

El caso es que, entre cada uno de los extremos de la ruta comercial, estaba Kiev ahí en medio, controlando la enorme llanura que es esa parte del mundo hasta que se ve rota por los Urales y el Cáucaso. Desde Kiev se dominaba Bulgaria y las planicies de los jázaros, reinos a los que el Rus de Kiev dio fuerte y flojo de una forma que hasta el Imperio Bizantino empezó a tomarlos en serio y decidir que era mejor llevarse bien con ellos, antes de cabrearlos y darles razones para crear un impuesto de aduanas consistente en amenazar con una espada a todo comerciante que pasara por allí.

Ruskievs enfurruñados, potencia comercial.

El cambio de milenio fue bastante bueno para el Rus de Kiev, y esa época dorada duró aun dos siglos. Existía un Gran Príncipe que mandaba en Kiev, y que luego enchufaba a sus familiares y amigos en ciudades vasallas para que le pagaran tributo. Porque no hay mejor que recibir la propinilla de un tío al que previamente le has hecho duque de Nóvgorod.

Los Grandes Príncipes de Kiev tenían una curiosa tradición, que consistía básicamente en ser elegidos por una competición. Siendo esa competición un eufemismo para decir “derrotando a sus hermanos, que también querían ser el Gran Príncipe”. Una vez asegurado tu derecho a reinar, ya solo tenías que hacer gala de un tremendo nepotismo y sentar a gente que te quería en las sillas más pequeñas que había en los principados de Nóvgorod, Rutenia, Smolensk, Pereyáslavl, Pólatsk, Chernígov o Vladímir-Súzdal.

El Rus de Kiev en pleno apogeo.

Todo estaba muy bien, hasta que llegaron los mongoles con ganas de gresca. De repente, a principios del siglo XIII, toda la planicie era una enorme autopista por la que circulaban mongoles con ganas de llenarse los bolsillos de saqueo. Tras varias derrotas y sitios, con sus consecuentes saqueos y matanzas, el Rus de Kiev perdió fuerza y no llegó nunca a recuperarse.

Los diferentes familiares que estaban al cargo de los diferentes principados, que estaban mencionados antes y no me apetece repetir, decidieron hacer una espantada espectacular y decidieron que sálvese quién pueda. A la larga, esto significó el desmembramiento del Rus de Kiev, la ruptura de los lazos señor-vasallo y la creación de reinos independientes. Una renegociación de la declaración de la renta para que dejaras de pagar impuestos a Hacienda, vamos.

Eh, principado de Vladímir-Súzdal, ¿quieres ser tu propio jefe?

Irónicamente, uno de los más beneficiados de esa decadencia fue el principado de Vladímir-Súzdal. Que dicho así a las bravas, ese nombre quizá no os diga nada, pero si lo llamo como se conoció en el siguiente siglo, a lo mejor os suena: Gran Principado de Moscú.

El movidón este de Rusia-Ucrania es una cuestión de orgullo. Las raíces de la Rusia actual están en Ucrania, y los rusos se tomaron regular el que Ucrania se emancipara después de la caída de la Unión Soviética. Lo que está haciendo Putin ahora, en su mente, solamente es devolver al redil a la cuna de su país.

Con tanques. Y cabreando a todo el mundo.

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