domingo, 22 de diciembre de 2019

Josip Broz: el socialismo con playas




Tengo un amigo que siente auténtica pasión malsana por Europa del Este. Una especie de obsesión con los Balcanes que sólo puede saciar conociendo más y más detalles absurdos sobre su cultura e historia, y que no duda en compartir en voz alta para regocijo de todos los presentes. “¿Sabes que los bosnios tienen una palabra muy curiosa para…?”, gracias por ser deliciosamente pedante.

Por eso hoy le voy a dar una alegría y voy a hablar del socialismo. Con playas.

“Un momento, pero la URSS también tiene espacios costeros….” Oh, perdone el señor por no haber tenido en cuenta las paradisiacas playas de Siberia. Corre, vete de veraneo a bañarte ahí, que seguro que a esas latitudes no hay medusas dando por culo. Que seguro que no hay nada mejor que hacer surf en un trozo de hielo flotante.

Josip Broz (conocido como “Tito”) nació en lo que por aquel entonces era el Imperio Austrohúngaro y ahora es Croacia. Luchando en la Primera Guerra Mundial fue capturado por los rusos y fue en los Urales donde conoció el vicio del bolchevismo antes incluso de que la Revolución de Octubre lo volviera mainstream.

Bienvenido a Yugoslavia. Tenemos playa, tenemos montaña, tenemos pintorescos habitantes. También estamos libres de espías estalinistas.

A su regreso a Yugoslavia empezó a dar grandiosas chapas sobre la importancia del comunismo, cosa que no agradó a los políticos y le recompensaron varias veces con estancia a todos gastos pagados en la cárcel. Pero vamos, que Broz era el típico que pone “mi mayor hobby es viajar” de biografía en Tinder, y se dedicó a viajar ilegalmente a muchos países gracias a que salía de su zona de confort. Bueno, gracias a que salía de su zona de confort y a que tenía un fajo de papeles falsificados para engañar a los de la aduana.

Llega la Segunda Guerra Mundial y los alemanes invaden Yugoslavia. Con el desmoronamiento del poder oficial se establecen pequeños comités locales de partisanos que empiezan a hostigar a las fuerzas del Eje. ¿Y adivináis quién está al mando del comité más tocho de todos? Nuestro Tito.

Los movimiento partisanos tuvieron mucha fuerza en Yugoslavia, que básicamente se liberó a si misma sin apenas apoyo de potencias exteriores (si, bueno, las potencias exteriores estaban entreteniendo a los soldados nazis en los frentes y haciendo que la presión militar fuera menor en Yugoslavia, pero eso no es exactamente una liberación). Y, aunque al principio se consideraba a Tito un fiel seguidor del rumbo político moscovita, la cosa se torció.

Josip Broz,aparte de dictador de éxito, también era el precursor de Paulo Coelho.

Yugoslavia optó por no seguir las “sugerencias” del Comité Central y empezó a desarrollar su propio plan económico. Debacle. Stalin se enfadó muchísimo con Tito y dejaron se ser amigos. Incluso intentó hacer un par veces un “Ramón Mercader”, que tan exitoso había resultado con Trotski. Aunque los primeros años de posguerra fueron tensos con el Bloque Occidental, la enemistad con Stalin hizo de Yugoslavia una chica muy popular. La Guerra Fría hace extraños compañeros de cama, yo que sé.

Así que Tito estaba nadando entre dos aguas. Por un lado no pertenecía a la Komintern porque estaba enfadado con la URSS. Por otro lado, el Bloque Occidental no podía admitir como miembro a un país socialista. La solución a la que se llegó fue crear el Movimiento de Países No Alineados, con países tan importantes como Egipto, Ghana o Indonesia. Una especie de “mesa de los niños” que no pueden sentarse a comer con las personas mayores. Puro glamour internacional.

Pero no era todo risas y colegueo entre países tercermundistas. Tito también consiguió mantener a las tensiones étnicas controladitas. Cosas de la represión y de vivir buscando enemigos exteriores. Había represión para todos los gustos: contra los colaboracionistas con el Eje, contra los estalinistas, represión para izquierda y derecha. Represión para todo aquel que fuera considerado “insuficientemente titista”.

Josip Broz, la única persona que fuma pipa y cigarrillos a la vez.

Aunque hay que decir que la dictadura de Tito no era la dictadura de Stalin. De hecho, Yugoslavia era la cara amable del socialismo, el folleto de publicidad para Occidente que decía “¿quiere usted un poco de socialismo? A nosotros no nos va tan mal. Putos rusos ¿eh?”. Y eso significaba represión más sutil, gobierno menos sangriento, turismo en las playas y solecito en todos lados.

Pero todo lo bueno llega a su fin. Y a Tito el fin le llegó con una amputación de pierna complicada con una gangrena de nada. Para que luego digan que la mala circulación en las piernas no es mortal. Como suele decirse, “muerto el perro, se acabó la rabia” y en el caso de Yugoslavia “muerto Tito, se acabó lo de intentar no exterminar grupos étnicos diferentes”. Supongo que os sonará Kosovo.

A pesar de ser una figura controvertida (como todos los dictadores) parece ser que Tito no fue TAN malo, visto lo que le siguió después de fenecer. 

Después de todo, ¿qué son un par de purgas políticas y un culto a la personalidad entre amigos?

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