domingo, 17 de junio de 2018

Japón es la mierda




Hace tiempo desmitifiqué a los vikingos. También puse en su sitio a los egipcios. De vez en cuando me instalo el Shogun Total War 2 y lo desinstalo en los 10 minutos siguientes. Así que la progresión lógica es avisaros de que Japón es la mierda. La entrada de este blog de la que probablemente menos me haya costado encontrar imágenes con las que hacer chistes.

Que si, que los samuráis son la ostia y todo lo que quieras decirte a ti mismo para justificar que Naruto es el mejor manga y que una almohada con una tía dibujada es lo mejor que le ha pasado a tu vida sentimental. Pero no, amigo mío, es mi deber como historiador íntegro y respetable el insistir en el hecho de que Japón es la mierda.

Al principio Japón era una isla de pescadores bastante pobre cuyo máximo logro era cultivar arroz. Culturalmente tampoco es que fueran brillantes, y sus elites preferían importar costumbres de Corea o China. Eso llevó a tensiones con la población más humilde y folclórica, y al fracaso de crear un gobierno fuerte en los territorios más rurales.

Y de ahí salen los samuráis: una casta de guerreros que protegen a la aristocracia de campesinos enfadados porque no siguen las tradiciones. Militares unidos al mandamás de turno y glorificados hasta límites ridículos. Inicialmente eran arqueros montados porque necesitaban movilidad suficiente como para proteger las diversas propiedades de su señor, posteriormente adoptarían la famosa katana para dar tajos de la hostia a cualquier indeseable.

Samurai riéndose de la mala puntería de un Ashigaru, poco antes de poner en práctica la técnica milenaria del "meto cuchillo, saco tripas".

Pero si una cosa sabían hacer bien los japoneses, además de crear el porno más extraño y con las filias más grimosas, era montarse buenas guerras civiles. Cada cierto tiempo se unificaba Japón (o al menos una buena parte de la isla) para estallar decenas de guerras civiles unos años más tarde y volver a empezar. El caso era estar matándose entre ellos de formas creativas.

Podría hablaros de las diferentes épocas y dinastías que estuvieron a vueltas en la isla Japón, pero sería MORTALMENTE aburrido. Un jodido infierno para vosotros (que lo leéis) y para mí (que tengo que sintetizar una jodida lista de nombres y fechas). Así que vayamos a lo gordo y empecemos a hablar del bushido japonés, para poner un poco de contexto al asunto.

El bushido eran un conjunto de reglas por las que debía regirse el samurái para considerarse “un tipo honorable”. Básicamente era un código ético y moral para regular el honor y la lealtad de los samuráis. Si se seguía al pie de la letra, el samurái tenía una tasa de supervivencia del 1% en su primer año de vida, ya que cualquier cosa podía arrebatarte el honor y había que suicidarse para recuperarlo.

Reconstrucción fidedigna de los últimos momentos de resistencia de Oda Nobunaga antes de caer a manos del samurai traidor  Mitsuhide Akechi.

Los pilares del código eran siete: Compasión, Coraje, Honor, Sinceridad, Lealtad, Respeto y Justicia. Pero no te engañes, esos principios solo se aplicaban a los samuráis. Los campesinos no tenían nada de eso, así que los podían matar sin remordimientos porque eran inferiores. ¡Y claro que eran inferiores! Me vas a comparar a una bestia parda armada con un metro de cuchilla afiladísima con un matao cuyas únicas funciones eran las de cultivar arroz e intentar no morirse.

“Pero esto es como el código de caballería europeo, a mí no me engañes” puede que pienses… pero, amigo mío que piensa que “One Piece” es la polla, en el bushido no hay lugar para el amor cortés. De hecho, en el bushido no hay lugar para la mujer, así, en general. Una vez colocado el Bushido en la estantería de “novela histórica” junto con la Biblia y otros amigos encuadernados, podemos hablar de una de las épocas más risibles de Japón: el Periodo Meiji.

Durante toda la Edad Moderna, Japón había sido un país poco interesante: con un sistema feudal, sin recursos naturales y mucho más cerrado a los comerciantes extranjeros que países vecinos como China, no era la chica más guapa del baile. Había tenido contactos con comerciantes españoles y portugueses, que establecieron colonias jesuitas, pero poca relación tenía con el exterior. Japón había abrazado el aislacionismo muy fuerte y no quería soltarlo.

El Emperadorus Japonensis erizará su rabo para demostrar a cualquier depredador que se le acerque que está preparado para atacar y se defenderá con grititos y patadas.

Y así llega el Siglo XIX y el citado Periodo Meiji.

La xenofobia nipona entró en conflicto con las ganas de colonizar que tenían los europeos. Contra las armas modernas occidentales, poco podían hacer las armas tradicionales. Quiero decir, una katana, por muy poderosas que sean no pueden competir con una ametralladora gatling. Resumiendo: siglo XIX à adiós shogunato, adiós samuráis.

Durante el Periodo Meiji, Japón empieza a acercarse al mundo occidental, a abandonar sus métodos feudales y abrazar la modernidad. Es la ruptura del mundo tradicional japonés y la aceptación de las nuevas reglas a la hora de hacer la guerra ¿y qué mejor forma de celebrarlo que estrenando ese ejército moderno en conflictos con países como Corea o Rusia?

El siguiente salto cultural se produjo tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial, cuando en los años 50 y 60 la isla se especializó en exportar tecnología y filias perturbadoras. Y yo no quiero decir nada, pero todos los saltos culturales que ha tenido Japón en los últimos 200 años han sido provocados por invasiones extranjeras.

Probablemente, sin intervenciones extranjeras Japón seguiría siendo una isla de pescadores, el mundo tendría una sexualidad un poco más sana y yo no habría tenido una Wii, que, en perspectiva, tampoco habría sido gran pérdida.




FIN

2 comentarios:

  1. El bushido es un término posterior, no se practicaba realmente en el Japón feudal, sino del siglo XVII en adelante, con el país estabilizado bajo control Tokugawa. Vamos, cuando eran solo palabras bonitas por qué no había que ir a la guerra a ponerlo realmente en práctica.

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  2. Malditos japos, dos bombas no fueron suficientes

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