Da la casualidad de que escribo esto en medio de una
tormenta que ambienta bastante bien el tema a tratar y le da una atmósfera
mucho más sombría.
La Inquisición como institución tiene una larga fama
asociada a una leyenda negra a veces poco merecida. No voy a decir que la Inquisición
era una ONG que iba dando abrazos gratis por la vida, pero romperé una lanza a
su favor: la cultura popular ha exagerado con creces la labor e intransigencia
de muchos de la Inquisición, potenciando los mitos y leyendas asociadas.
Se crea en el siglo XII para combatir la amenaza cátara del sur de Francia. Esto quiere decir que Inocencio III no se contentaba
con excomulgar espiritualmente a la herejes, también quería eliminarlos físicamente.
Y para eso nada mejor que un grupo dependiente del Papado para que garantizara
la ortodoxia religiosa y castigara esos molestos pensamientos alternativos.
Pedro Arbués, primer inquisidor de Zaragoza. Apuñalado en el cuello mientras rezaba en La Seo. Parece que no era muy querido ¿eh?
Los cometidos iniciales de los inquisidores eran
fáciles: buscar la pureza de fe. Para ello tenían que vigilar y controlar todo
aquello que pudiera afectar a la Iglesia y sus costumbres. Blasfemia,
poligamia, usura, brujería… todas esas costumbres eran perseguidas por la policía de las costumbres en la que se
había transformado la Inquisición. Porque los inquisidores ardían en deseos de ayudar a la comunidad.
La Inquisición en España no se introduce hasta
bastante más tarde, siendo fundada en 1479 por los Reyes Católicos. Esto quiere
decir que la famosa costumbre de relacionar Edad Media e Inquisición Española es
falsa porque su vida transcurre casi enteramente en la Edad Moderna. Otra de
las características que lleva la contraria a la creencia popular es que fue
usada como instrumento político casi tantas veces como instrumento religioso.
Allá donde no llegaba la justicia terrenal, llegaba la divina.
La Inquisición, especialistas en parrilladas
A la cabeza de la Inquisición estaba el famoso Inquisidor General, muy apreciado por los monarcas y no tanto por el pueblo llano. Le seguían el Consejo Supremo, a nivel nacional, que actuaba con órgano consultivo para el Inquisidor General y grupo de amigos privados que decidían que libros no se leían entre otras cosas. A nivel local estaban articulados los distritos administrativos, que son los que realmente ejercen la justicia, la imagen clásica del inquisidor, vamos. Cada distrito llevaba su libro de registros en el que se recogían cada proceso inquisitorial y se dejaba constancia de todo lo que ocurría.
Esos distritos generaban todo un aparato burocrático
que les permitía controlar a sus sospechosos y presos. Notarios, fiscales,
consultores, médicos… todos a sueldo de la Inquisición. Esa burocracia nos ha
dejado interesantes testimonios como el de Menocchio, un molinero italiano
juzgado por la inquisición italiana y que tenía una particular forma de ver la
religión cristiana, que permitió al historiador Carlo Ginzburg rastrear toda la
vida y milagros de ese molinero hereje.
La leyenda negra viene de su propia opacidad. La
Inquisición castellana fue mucho más dura que la aragonesa. Cualquier persona
podía denunciar anónimamente ante los inquisidores, el acusado no sabía sus
supuestos crímenes de los que se le inculpaba, llegándose a culpar de cosas que
no había hecho en las torturas a las que se le sometía. En caso de ser culpable
las penas podrían ser muchas: multa, ver sus propiedades embargadas… no siempre
eran condenados a muerte. En caso de ser declarado inocente, siempre tendría la
sombra de la sospecha volando en torno a él.
La Inquisición Española se supo adaptar a los tiempos.
Al principio comenzó persiguiendo a los judeoconversos, luego se ocupó de los moriscos
y, cuando dejaron de ser un problema los moriscos, fueron a ocuparse de los
cristianos viejos (para homogeneizar la religión cristiana). A partir del siglo
XVIII pasó a ser una institución minoritaria que incordiaba con sus
trasnochadas visiones de la moralidad y la decencia.
Y hasta 1834 que duró.
Los inquisidores, esos si que sabían montar buenas fiestas como las que pinta Berruguete
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