domingo, 19 de enero de 2020

1917 (el análisis)




Casualidades de la vida, el día 17 por fin encontré tiempo para ir al cine a ver 1917 (una lástima que no sea el mes diecinueve) que, además de ser un muy buen año es una muy buena película. Argumentalmente es algo muy simple: dos soldados tienen que cruzar una saliente de las líneas enemigas y entregar un mensaje a sus tropas del otro lado del saliente, porque es crucial que se haga rápido y no hay tiempo para rodeos grandes.

Voy a intentar hablar hoy aquí sin hacer demasiados spoilers, aunque tengo la sensación de que, si os contara escena por escena lo que ocurre en la película, no os estropearía la experiencia. Porque lo bonito que tiene la película no es el qué ocurre, sino el dónde y el cómo. Y para eso, se ha utilizado un falso plano continuo que te mete en la película como quien salta en bomba a una piscina y llegas tan profundo que tu culo golpea el fondo.

Los escenarios están muy detallados y los decorados son una preciosidad. Cuando salen los créditos fijaos en la cantidad de carpinteros que han hecho falta para montar todo lo que veis, que es graciosa (solo superados en número por la ingente cantidad de extras corriendo de un lado para otro en la pantalla). La luz, la sensación de profundidad, la carencia de cortes editados y la sensación del paso del tiempo… todo te mete en el momento y hay momentos en los que te crees que eres uno más en la trinchera.

La carpa de sonidistas de la derecha, momentos antes de ser volada por un proyectil de artillería alemán de la fábrica Krupp. Pero el plano quedó precioso.

La película comienza el día seis de abril de 1917, que precisamente es el día en el que Estados Unidos entra en la Primera Guerra Mundial. ¿Cómo afecta esto a la película? No la afecta en absoluto. El seis de abril fue un viernes como otro cualquiera para los soldados que estaban en las trincheras, siguieron viviendo y muriendo de la misma forma, con Estados Unidos dentro de la Guerra o sin él.

El mensaje que tienen que entregar los protagonistas en persona porque es información sensible. En la época, los mensajes verdaderamente importantes se daban en mano porque las comunicaciones no estaban tan desarrolladas y se podían pinchar empalmando un cable hasta tu propio teléfono. Por no hablar que os cables se pueden romper muy fácilmente en cualquier bombardeo.

Si tenías información sensible, no había tiempo de comprobar kilómetros de cable a ver si estaba roto y querías tener la seguridad de que el enemigo no se enterara, le dabas un mensaje a un soldado, le señalabas una dirección y le decías “corre”. Y si tenías miedo de que lo capturaran y le cogieran el papel con las órdenes, se lo hacías memorizar y no se lo dabas, porque no había forma de meterse en su cabeza para saber las órdenes. Bueno, sí que hay una forma, pero ensucia mucho.

Este cabrón ha visto todos los finales de la batalla y, aun así, sigue enviando soldados a morir.

Que, hablando de suciedad, la película transmite muy bien la suciedad y miseria de las trincheras. El barro, los uniformes mugrientos, las ratas (¡las putas ratas!)... hay un fragmento en el que, en las posiciones enemigas, uno de los protagonistas dice con asombro “sus ratas son incluso más gordas que las nuestras”. Maravilloso.

Lo peor es que esas ratas se alimentaban de cadáveres. Cadáveres que se muestran sin gloria ni honor: son simplemente cuerpos tirados de cualquier forma, otra silueta pudriéndose en la alambrada. Porque esa es otro detalle en el que insiste la película: la muerte llega sin avisar, de improviso. No es como Tarantino, que sabes que una escena tranquila es tranquila porque va a preceder a un sangriento tiroteo. 1917 tiene escenas de tranquilidad, pero tensa, porque sabes que los soldados sólo son sacos rosados de carne blandita que pueden morir de numerosas formas, en un abrir y cerrar de ojos.

Y la película insiste en esa tensión desde el principio, con la premisa de “vais a cruzar las líneas enemigas, pero tranquilos, que no hay enemigos, pasadlo bien en vuestro paseo”. Pero les dan granadas, porque realmente el enemigo puede estar ahí… o no. Tú por si acaso lleva granadas, que nunca vienen mal y siempre son divertidas de tirar porque son como petardos pero en mortal.

- A ver, chavalotes, la idea es que os pongáis de barro hasta las orejas y lo paséis mal.
- ¿Pero vamos a sobrevivir? Es que el hecho de que parezca un George R. R. Martin pero delgado no se yo...
- Ah, no, aquí muere mucha gente, es que tengo mucha rabia contenida dentro...

Los soldados muestran ese comportamiento a lo largo de la película: cuanto más veterano se muestra, menos disciplina tiene y más hecho mierda se le ve. Sabes cuándo un teniente lleva mucho tiempo en las trincheras porque da ascopena verlo, y sabes cuando unos soldados son veteranos cuando ya le han perdido todo el respeto al oficial y su mayor preocupación es saber quién de ellos lo imita de forma más faltosa (y verla en versión original da puntos extra porque muchos soldados utilizan jerga propia de las trincheras).

En general toda la película me ha recordado a Sin Novedad en el Frente, y eso siempre es bien. La escena nocturna es magistral y ha dado uno de los momentos con los que he empatizado más con alguien de la Primera Guerra Mundial: de noche, entre el humo de un edificio en llamas, emerge una silueta; el protagonista se la queda observando a pecho descubierto y la silueta va caminando hacia él, hasta que, a unos diez metros, ves que lleva casco y fusil alemán. Ambos se asustan y el alemán comienza a disparar y perseguirlo.

Alemán miope que corre entre el humo, compañero, hermano. Yo te comprendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario