domingo, 2 de septiembre de 2018

Espartero era un pringao




Tengo un amigo que tiene auténtica obsesión con Espartero. Literalmente, si me dijeran que tiene una almohada con una foto de Espartero a tamaño real y que duerme todas las noches abrazado a ella, me lo creería. Ya hace cosas más perturbadoras, como una especie de vudú sexual satánico, con retratos de Espartero.

No es como si fueran los años 20, que los años 20 molan muchísimo más que Espartero.
Pero no hemos venido hoy aquí para hablaros de filias extrañas de historiadores. Supongo que has venido a que te cuente cosas y que entre chascarrillo y chascarrillo meta forzados chistes de esos en los que se hace un silencio incómodo seguido de un discreto “je”. La parte buena es que no has pagado nada por esto. La parte mala es que no me voy a callar.

El caso es que Espartero era un mierdas. No solo se llamaba Baldomero, que es razón suficiente para reírse de él, sino que además tenía un vello facial ridículo (si lo comparamos con las potentísimas patillas-bigote que llevaban sus adversarios carlistas). Él lo sabía y por eso le gustaba que le llamaran “Duque de la Victoria”, porque frente a nombres tan sonoros como Zumalacárregui o Cabrera, Baldomero tenía complejo.

Qué mirada, qué patillas, qué duda de mi heterosexualidad me acaba de entrar.

“¿Espartero complejo? Si hizo muchas cosas famosas” puede que pienses. Y yo te responderé: quien es más famoso ¿Espartero o su caballo? Porque del caballo (más bien de una parte anatómica concreta de ese caballo) sí que se acuerda el populacho, graciosete como sólo lo puede ser el populacho, pero del jinete poco se sabe.

Baldi nace en 1793 en el seno de una familia de clase humilde y, como heredar no iba a heredar nada y hermanos mayores ya se habían pedido la carrera eclesiástica, probó suerte en el ejército. Y parece ser que le cogió gusto a eso de ser militar: de la Guerra de la Independencia pasó a las guerras coloniales defendiendo el imperio colonial español y cambió lo de matar franceses por, esencialmente, matar peruanos.

Sin embargo, para su desgracia y nuestro regocijo, no combatió en la batalla de Ayacucho y además fue apresado por Simón Bolívar. Pero a su vuelta a la metrópoli pudo sacar todo su potencial siendo el burócrata menos envidiado de todo el Reino de España. Por lo menos hasta que estalló la Primera Guerra Carlista y de repente se necesitó a un montón de gente que supiera que extremo del fusil había que apuntar al enemigo.

[Leer con la voz de Maduro] Espartero fue el prisionero que Simón Bolívar soñó.

Y Baldi hizo lo que mejor sabia hacer “¿ganar batallas?” jaja NO. Lo que mejor sabía hacer era mear todo el rato y fusilar a sus propias tropas por faltas de disciplina. Dicen las malas lenguas que lo primero era por un problemilla de vejiga que tuvo toda su vida, pero lo segundo era porque envidiaba a los comisarios que tiene la Guardia Imperial de Warhammer 40k.

Pero dejemos las andanzas esparteriles con sus amigos los carlistas, porque no interesa decir que fusilaba prisioneros y esas cosas, y centrémonos en el Baldi político. La carrera militar le había traído triunfo y fama. Las clases populares, por haber puesto fin a la guerra, le reservaban una idolatría fanática que sólo se reserva para los mejores youtubers del momento y/o cuando la Selección Española pasa de cuartos en el Mundial.

Abrazó las ideas del partido progresista porque los que le caían mal (como Narváez) militaban en el partido conservador, pero el caso es que jugó bien sus cartas y llegó a ser Regente de 1840 a 1843 tras enviar al exilio a la madre de Isabel II (la reina María Cristina).  Se ganó la furia de sus opositores políticos y la enemistad de sus compañeros de partido por su militarismo y su personalismo exacerbado.

Pero pese a todos esos odios, Espartero era una persona cariñosa y generosa que abrazaba carlistas. Luego los fusilaba, pero era una persona cariñosa y generosa que abrazaba carlistas. 

Ordenó el bombardeo de Barcelona, Sevilla y otras ciudades cuando estas se revelaron contra su poder. La insurrección se contagió y tuvo que marchar al exilio bajo la amenaza de ser fusilado en el momento de pisar suelo español. Se le permitió volver a España en 1848, pero con la condición de retirarse de la escena pública.

Un hombre con el Renombre de Espartero eligió un destino lo suficientemente glamuroso para acabar sus días plácidamente: Logroño. Cuando Isabel II fue expulsada de España, se llegó a proponer a Baldi como posible monarca. Un Baldomero Espartero de 77 años, más centrado en cuidar de su jardín que en gobernar un país. Bueno, miento, que estamos hablando de Espartero.

Espartero nunca habría hecho ascos a volver a ser el caudillo que los españoles amaban y necesitaban.

Por lo menos hasta la llegada del “otro” caudillo.

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