domingo, 12 de febrero de 2017

[Análisis] John Sommerfield: "Voluntario en España"



Y vamos con el segundo libro de la colección: Voluntario en España.


John Sommerfield es un intelectual, aunque no es un erudito. Provenía de la clase media inglesa, pero abandona las relativas comodidades de las que gozaba por un trabajo precario y una vida bohemia. Porque es lo que estaba de moda en el periodo de entreguerras. Ser bohemio, beber absenta y explorar las vanguardias en Montmartre.

Su intelectualidad y su militancia se dan la mano en su trabajo como escritor, con obras como “Primero de mayo”. Con ese título ya os imaginaréis por dónde van los tiros en sus obras. A Sommerfield le encantaba el comunismo. Por eso, cuando un amigo vuelve de España y le pone los dientes largos, diciéndole que en España está ocurriendo una verdadera revolución, se alista. De hecho, toda su cuadrilla acaba en la sección de ametralladoras del batallón “Comuna de París”.

Desde el principio, “Voluntario en España” participa de la euforia inicial de la contienda. Todo lo comunista le entusiasma: las banderas rojas, cantar la Internacional, el material bélico de fabricación rusa, las milicianas… La obra la escribe cuando su fase comunista está en su máximo apogeo, así que la finalidad de la obra es la de informar a la par que concienciar. Lo cual quiere decir que muchas veces puede rozar lo propagandístico.

Que a ver, que yo también tengo mis musas de la Guerra Civil, pero por lo menos no lo voy escribiendo en un libro.

Durante su estancia, lucha en la Ciudad Universitaria, donde experimenta el combate casa por casa (en los edificios de las facultades) y en campo abierto. No voy a decir que “disfruta” de su estancia en las trincheras, pero tampoco se lo pasa del todo mal. Ocupa aulas en la universidad y se monta un pequeño centro de mando para montar guardia, mientras saquea la biblioteca en busca de libros con los que matar el rato.

Sus andanzas en la guerra civil acaban cuando, a finales de noviembre, se pierde en el campo de batalla y tiene que arrastrarse por la intemperie un par de días hasta que lo encuentran. La lluvia, el frío y el ayuno le hacen coger una buena neumonía y es repatriado a Inglaterra. Mientras tanto, había sido dado por muerto y todo, así que volver a su casa es una odisea de entre los muertos. Literalmente.

Siente vergüenza y culpabilidad por el indigno final que tiene su aventura revolucionaria (hasta el punto de que no aparece en el libro) y por los compañeros caídos mientras él está recuperándose de su enfermedad cómodamente en un hospital. Vuelve a Inglaterra sintiéndose un fraude y escribe el libro (1937) como homenaje a todos sus compañeros que no tienen neumonía y siguen luchando en España.

Seguramente en la madera de ese pupitre esté tallada la tabla periódica. De mi etapa de estudiante, no recuerdo una sola mesa que no la tuviera.

Sommerfield reanuda sus costumbres bohemias en Londres. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, se alista en la RAF y lo envían a Burma, donde no hace mucho y es conocido por ser un alborotador. Los alborotadores británicos compaginan su labor como agitadores con un humor británico característico. Posteriormente, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, se reincorpora a la vida civil y a su labor de escritor. Sin embargo, tras la invasión de Hungría por parte de la URSS, se desilusiona y el comunismo deja de ser uno de los ejes principales de su vida.

Pero a lo que nos interesa: el libro tiene 3 partes más o menos diferenciadas. Las 2 primeras son estructuradas y cronológicas, la tercera es difusa y fragmentada, compuesta de microhistorias muy breves, a veces sin relación. Las dos primeras TIENEN una línea muy clara, con un principio y un fin, con un sentido narrativo. Sin embargo, el último tramo del libro parece estar compuesto por recuerdos y sensaciones.

La primera parte comienza en Paris. La Ciudad de las Luces, compañerismo y euforia ¿Quién necesita nada más? En la estación de Quai d’Orsay se encuentra con compañeros de viaje, con los que cruzarán Francia en tren. Con ellos comparte el trayecto y los planes, ideas de bombero y expectativas sobre lo que encontrarán en España. Como una pandilla de adolescentes en viaje de fin de curso.

El ajedrez republicano, el único juego que ganas si eres el primero en perder al rey y la reina.

La segunda parte transcurre en territorio español ya. Han llegado en barco y el viaje ha sucedido sin contratiempos. Se mantiene la ilusión del capítulo anterior y todo el mundo está eufórico. Los paisajes (tanto físicos como humanos) son idealizados totalmente, rozando casi lo folklórico, con abundancia de habitantes autóctonos agradecidos. Es curioso que muchos de los voluntarios se apuntan alegremente a defender a España del fascismo, pero es sorprendente lo poco que saben del país.

La tercera parte es la más tocada por la guerra. Han entrado en Madrid  entre vítores, pero la preparación bélica que han tenido ha sido deficiente. El combate es traumático y por todos lados hay caos, destrucción y muerte. Esta tercera parte es donde ganan veteranía, al igual que en Sin novedad en el Frente, se acostumbran a identificar las bombas y balas por el sonido que hacen. La guerra es desagradable y embrutecedora, pero necesaria para acabar con el fascismo.

Durante todo el libro, la perspectiva es grupal: el protagonista es el proletariado internacional militante, no Sommerfield. Los demás personajes están apenas esbozados con pinceladas generales que los caracterizan y diferencian. Después de todo esto, el libro termina abruptamente con un final que apenas ocupa dos hojas, como si Sommerfield no quisiera escribir más sobre el tema.

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