domingo, 11 de diciembre de 2016

[Análisis] Civilization V



Me encanta jugar a videojuegos. Un montonazo. Un nivel 48 en Steam no es moco de pavo, precisamente.

Mis géneros preferidos han sido los RPG y los juegos de estrategia. En mi TOP10 se cuelan varios Fallout, el Skyrim, un puñado de Total War y el Age of Empires II. Pero el juego del que os voy a hablar hoy es el Civilization V.

No hace mucho que salió la sexta entrega y yo sigo jugando a la quinta, acumulando horas y horas de juego (actualmente 233). Creo que, en los tiempos muertos en los que he abierto el juego, habré experimentado un poco con prácticamente todas las civilizaciones. Y eso incluye algunas de las civilizaciones menos atractivas que he visto en mi vida.

Porque eso tengo que reconocérselo al señor Civilization: te habla de culturas que salen de tu zona de confort eurocentrista. No estoy hablando de culturas lejanas pero conocidas (como India, Siam o los zulúes), estoy hablando de civilizaciones que nadie se había parado a pensar que estaban ahí (como los etíopes, Polinesia, Asiria o los shoshoni). El juego da a elegir al jugador qué civilización quiere ser, en igualdad de oportunidades, con sus pros y sus contras.

Como te sientes jugando a Civilization.

Eso quiere decir que puedes llevar a los hunos al espacio y que Estados Unidos puede sucumbir ante unos belicosos babilonios. Da igual quien elijas (y en ese sentido pueden salir partidas muy locas en cuanto a contendientes) porque todas las culturas están perfectamente balanceadas. Al contrario que en muchos juegos de estrategia, las condiciones de victoria pueden adaptarse perfectamente a enfoques no belicosos: puedes lograr la victoria cultural si dominas el turismo, la victoria científica si completas el Programa Apollo o la victoria diplomática si eres elegido Líder Mundial en la ONU.

La elección de los líderes de las diferentes civilizaciones tampoco es casual. Gengis Khan es el líder de los mongoles y Atila es el líder de los hunos. Pero Pedro II lidera Brasil, Wu Zetian lidera a China, Casimiro III a Polonia… en muchos casos han intentado introducir líderes poco vistos. Esas personas llevaron a sus respectivos países a edades doradas, pero por una u otra razón no son tan conocidos: Catalina de Rusia, María I de Portugal, Harun al-Rashid de Arabia…

Todo eso lleva a que gente que no tenía ni idea de Historia, se interese por culturas y personajes “no-tan-conocidos”. Pero ahí se queda la ambición de Civilization por contar la Historia. En los grandes personajes y en los hechos históricos con los que te bombardea constantemente. Da igual que los britanos se estén dando de leches con los japoneses y que Bismarck haya terminado las Pirámides en el turno anterior. A Civilization poco le importan las personas.

Civilization V: ese lugar en el que puedes tener internet antes de investigar los ordenadores.

La cinemática introductoria de la expansión “A Brave World” empieza con un monólogo sobre los adelantos de la industria mientras un montón de obreros palean carbón a unas enormes chimeneas. Sin embargo, en el juego las fábricas se limitan a potenciar la “producción” (uno de los recursos del juego) a cambio de consumirte una unidad de carbón. Pero tú no necesitas potenciar la producción en ese momento. Has tenido suerte y tu nación ha generado un Gran Ingeniero. Ahora puedes consumir a Nikola Tesla para terminar de construir el Machu Picchu. Contaminación, explotación laboral, miseria… todos esos “efectos secundarios” que trajo la Revolución Industrial quedan obviados.

Civilization se queda en la superficie y no ahonda en los cambios socioeconómicos que deberían sufrir las civilizaciones, simplemente suma los bonificadores que producen. Da igual que tus fábricas estén quemando todo el carbón del mundo, los talleres que has construido en la Edad Antigua van a seguir funcionando sin contradicción. No ocurren problemáticas, no surgen movimientos como el ludismo, simplemente se suman los bonus que dan ambas construcciones. “La vida individual no es nada, la nación lo es todo”, una premisa que, irónicamente, llevará a las dos guerras mundiales.

Lo mismo ocurre con las maravillas. Construyo el Ejército de Terracota. Cojonudo, me duplica las unidades militares que tenga. Una vez construido, de poco sirve. Queda sepultado por maravillas posteriores que me darán potenciadores: Angkor Wat, el castillo Himeji, el Louvre o la Prora. Yo mismo sé que no voy a amortizar Petra construyéndola en un sitio lleno de pastizales (que es una maravilla que te bonifica las casillas de desierto), pero la he construido sólo para que otro jugador no la tenga. Al final las maravillas no son más que coleccionables que traen regalicos que potenciarán a tu nación.

La sed de sangre de Gandhi es tal que es uno de los memes mas famosos. Y te lanza bombas nucleares por lo de la no-violencia.

Y algo similar ocurre con los Grandes Personajes. Tienes a Albert Einstein en la Edad Media y puedes hacer dos cosas: consumirlo para crear muchísima Ciencia (otro recurso) o consumirlo para crear una academia en una casilla vacía. Tienes a Sócrates en la Edad Digital y puedes hacer dos cosas: consumirlo para crear muchísima Ciencia (otro recurso) o consumirlo para crear una academia en una casilla vacía. De nada sirven esas personas que convulsionaron el mundo y en nada se diferencian. Son simplemente unidades que se consiguen muy de vez en cuando y que sólo varían en el nombre. Y si te parece poco, siempre puedes consumirlos para iniciar una Edad Dorada, que es buena no porque suponga un adelanto o una época de felicidad para tu nación, sino porque tienes un bonus al producir recursos.

Las personas se pierden en el monstruo que se convierte la nación. Lo importante no es la gente que vive en las ciudades, sino la capacidad de generar oro, ciencia, cultura o producción que tienen esas ciudades. Construir unas murallas siempre te dará una bonificación a la defensa de esa ciudad, las construyas en la Edad Antigua o en la Edad Contemporánea. Aunque estés bombardeando nuclearmente a esos cabrones. Tienen murallas, así que +5 de defensa.

"No pretendemos hacer daño, nuestras unidades sólo están cruzando la zona" es la mentira equivalente, en Civilization V, al famoso "he leído los términos y condiciones".

De hecho, bombardear nuclearmente es absurdamente fácil. En cuanto has completado el Proyecto Manhattan, puedes convertir a tus vecinos en cenizas radiactivas y vengarte de aquellos arqueros que te mataron hace 2500 años. Los únicos problemas son que tendrás que limpiar de radiactividad los alrededores de la ciudad muerta, que al turno siguiente de conquistarla comenzará a crecer y a producir. No hay efectos secundarios más allá de que el resto de naciones te mirarán mal o te denunciarán para penalizarte diplomáticamente. Pero ellos saben que serán los siguientes de la lista en recibir un pepino nuclear en su capital.

¿Es Civilization V un buen juego? Por supuesto. Yo mismo, que me he comido mis buenos años estudiando Historia, he descubierto cosas jugando al juego ¿Está limitado Civilization V por sus ambiciones? Sin duda alguna. Pero, probablemente, si hubieran dado la profundidad socioeconómica que se merece, el jugador habría quedado sepultado bajo una montaña de decisiones, conflictos sociales, decisiones económicas y partidos políticos enemistados. Después de todo, ¿quién quiere decidir sobre si a su nación le interesa más un sistema bicameral con primacía del Presidente o un estado asambleario por comités federales vinculantes?


Además, la canción de España en los tiempos de guerra tiene acordes de “Ay Carmela”. Así que supongo que con eso ya me habían ganado.

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