Como persona que no está ni bautizada, es comprensible
que no se me hubiera ocurrido hablar de religión hasta ahora. Más que nada
porque la religión no tiene peso en mi vida diaria más allá de hacer todos los
sábados la broma de “mañana a madrugar para ir a misa, ¿eh?” y después
levantarme a mediodía.
Pero a diferencia de mí, que soy un hereje sin remedio
alguno, los primeros seres humanos necesitaban la religión para explicar las
cosas que ocurrían cotidianamente y no podían explicar. Por ejemplo, yo no
necesito la religión para saber cómo es posible que los aviones se mantengan en
el aire y no caigan en barrena por la fuerza de la gravedad, sé que es cosa de
la tecnomagia.
Todo el mundo sabe que la altísima nota de corte en las
carreras de ingeniería es el mejor disuasorio para que el común de los mortales
no tenga nunca acceso a las bases teóricas de la tecnomagia.